Jean Meyer, a 50 años de "La Cristiada": Ni el Estado en la Iglesia, ni la religión en política

AutorJudith Amador Tello

En un ambiente "de calma en el campo religioso", sin conflictos entre el Estado y las organizaciones de culto, el historiador Jean Meyer celebra el 50 aniversario de la primera aparición, en 1973, de su larga y detallada investigación La Cristiada, que recoge uno de los episodios más cruentos en la historia de México:

La guerra fratricida (1926-1929) entre campesinos y clases populares contra el gobierno recién emanado de la Revolución Mexicana, con la religión católica como motor principal al grito de "¡Viva Cristo Rey!".

El profesor-investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A. C. (CIDE), nacido en Niza, Francia, en 1942, y arraigado en nuestro país desde 1965, obtuvo su doctorado en la Universidad de París X Nanterre con esta obra. Y aborda con Proceso los entretejes de su estudio y sus anécdotas en el trabajo de campo, donde conoció el "México profundo" que lo llevó a querer ser mexicano.

Los conflictos, de alcance internacional, comienzan en el gobierno de Calles, y así lo relata Meyer en las primeras páginas del libro, publicado por Siglo XXI Editores: "En 1925 el presidente Plutarco Elías Calles, gran estadista, fundador de las instituciones económicas y del sistema político del México moderno, se deja llevar al pantano (la expresión es de Álvaro Obregón, cuando lo pone en guardia por escrito) de la guerra religiosa por sus sindicalistas, que pretenden crear una Iglesia católica, apostólica, mexicana, una Iglesia cismática, quizá sobre el modelo soviético de la contemporánea 'Iglesia viva'. El intento fracasa, pero moviliza a los católicos cuyos elementos más radicales se agrupan en una Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. El gobierno, a su vez, sube las apuestas y reglamenta los artículos constitucionales, denunciados por la Iglesia: la famosa 'ley Calles' (en vigor desde agosto de 1926), que entre otras cosas obliga a los sacerdotes a registrarse ante Gobernación y sus equivalentes estatales. "Roma, teniendo a la vista el ejemplo soviético, teme que el gobierno otorgue el registro de preferencia a los cismáticos y que las autoridades fijen el número de sacerdotes en cada estado de la república. En respuesta, la curia prohíbe a los obispos mexicanos acatar aquella reglamentación. Agotados todos los recursos, todos los buenos oficios, todas las mediaciones, los obispos (divididos, por cierto) suspenden el culto público el 31 de julio de 1926. El gobierno responde prohibiendo el culto y la administración de los sacramentos en casas particulares y cierra por un tiempo las iglesias para levantar los inventarios correspondientes".

A cien años de los sucesos, Meyer considera en la entrevista que la reedición conmemorativa llega en un momento de calma, sin conflicto entre las religiones y el Estado; además, ya no prevalece entre ellas la católica sino que hay muchas familias de protestantes, comunidades evangélicas, testigos de Jehová, mormo-nes, La Luz del Mundo, la comunidad judía, la pequeña comunidad musulmana, en Torreón inclusive hay una mezquita, dice, y en los Altos de Chiapas han surgido comunidades indígenas convertidas al Islam:

"El ambiente es de calma, de tal manera que mi libro no puede tener la dimensión polémica de cuando apareció, cuando incluso el Consejo Editorial de Siglo XXI le dijo al doctor Arnaldo Orfila (su fundador) que no debía publicar el libro porque era hacerle la barba al PAN (Partido Acción Nacional), a la Iglesia católica, a la reacción. Y Orfila, en su doble dimensión de hombre muy inteligente y de buen empresario (porque un libro hay que...

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