Entrevista / Irma Salinas Rocha / La aristócrata rebelde

AutorDaniel de la Fuente

"No vaya usted a publicar esta entrevista, por favor. No lo haga".

De estatura mediana, cabello rubio de salón, labios tenuemente pintados de rojo y párpados de azul, Irma Salinas Rocha miraba atenta al término de la conversación.

Era el 21 de abril del 2004 y cumpliría 83 años el 29 de junio.

"No vale la pena revivir todo eso. ¿Para qué? Pienso en mis hijos. Ellos me han pedido que ya no hable sobre eso, que ya pasó. No vale la pena".

· Pero si está concediendo la entrevista, ¿cuándo se puede publicar?, se le preguntó.

"Cuando me muera", dijo en tanto se acomodaba su traje verde pálido y su gargantilla de oro y dio de carcajadas.

"Cuando ya no esté, entonces usted dice todo esto".

La conversación giró sobre la reedición del libro "Mi Padre". En el mirador de su vejez, Irma hablaba en la sala de su casa de la calle Guayalejo en la Colonia Del Valle, sobre el retrato que hizo del hombre a quien admiró sobre todo: Benjamín Salinas Westrup, su padre.

"Hoy en día, ahí se muestra, los hijos de los grandes empresarios no tienen el mismo espíritu de los fundadores. Al tener discrepancias entre ellos, no hay armonía y aquello acaba.

"Eso nos pasó y, sin embargo, ahora mi padre estaría contento con el cambio de manos que hubo", dijo entonces, refiriéndose al derrumbe de la empresa mueblera de su familia -Salinas y Rocha- que más tarde compraría su sobrino, el magnate Ricardo Salinas Pliego.

"Mi padre era conciliador, generoso", lo describió. "Es posible que no hubiese estado de acuerdo en su tiempo por la forma en que lo escribí (su biografía), ya ve que soy un poco brava, pero soy consciente de que las cosas deben hablarse".

Habló entonces de la determinación con la que su padre decidió educarla con la máxima élite estadounidense, en Dallas, donde entrenaban a las alumnas como "princesas".

"Nos educaban así, nos daban educación en literatura y todo lo demás, pero también nos daban clases a partir del libro de etiqueta de Emily Post, que debíamos saber al derecho y al revés.

"Eso me ayudó mucho cuando me caso con una de las personas más encumbradas de Monterrey, como Roberto G. Sada Jr. Naturalmente, me sumerjo en esta sociedad tipo 'Hola', maravillosa, de mucho glamour y, en parte, de doble moral".

Más pronto que tarde, la entrevista toma el rumbo obvio: Sus primeros libros.

Nadie que se precie de conocer la historia de Monterrey puede omitir la aparición de "Tal Cual" (1977) y "Nostro Grupo" (1978), donde relataba su versión del conflicto que vivió con la familia de su esposo tras la muerte de éste. Allí, Irma no sólo habló de despojo, sino que descosió de arriba abajo el mito de los ricos locales, tan terrenales como el resto.

"Yo advertí que quería llegar a una transacción (con la familia de su esposo) a través de otras personas, a ver si podíamos llegar a un acuerdo, que de otra manera...

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