Opinión Invitada / Luis Alberto Herrán Ávila: Tiempo, tono y fondo

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Con bombo y platillos, el Presidente presentó su propuesta para lo que, dice, será una reforma que fortalecerá el sector energético y que permitirá abatir costos y precios y promover el desarrollo económico.

Las previsibles muestras de escepticismo y hasta de rechazo contundente no se hicieron esperar, y mientras la opinión pública aguarda la formulación de contrapropuestas convincentes, una de las mayores preocupaciones del Gobierno parece ser la de "vender" la reforma a grupos específicos dentro de los partidos de Oposición, para tornar invisible e inaudible a la oposición más dura a la reforma.

Sin embargo, como sucedió con las iniciativas presentadas el sexenio pasado, la propuesta de Peña Nieto vino acompañada de una tormenta de opiniones y posicionamientos en que al ciudadano de a pie se le presenta el asunto como si el dilema estuviera en "privatizar o no privatizar", proyectando la existencia de dos bandos: los "reformistas", mesurados y técnicamente racionales, contra la oposición atrabancada que argumenta que privatizar equivale a entregar la soberanía nacional a intereses foráneos.

Así, mientras los términos del debate se simplifican para convertirlos en encabezados facilones y frases vacías de publicidad gubernamental, los asuntos cruciales como el de la regulación y vigilancia de contratos privados, o el tema casi tabú de la transparencia sindical, parecen seguir ausentes en los altos niveles del diálogo, dando lugar a una serie de dudas y cuestionamientos a los que el Gobierno, ya sea en voz del Presidente o de su partido, deberá en algún momento dar respuestas claras.

Cabe señalar también que las fortalezas de la propuesta gubernamental, en realidad, radican en que retoma y sintetiza con claridad los diagnósticos que ya se han hecho sobre los problemas del sector energético, encarando la realidad actual de una privatización que ya opera de manera fragmentaria, desordenada y legalmente opaca y que requiere atención por parte del Estado.

Aunque poco novedosa, la reforma adquiere su significado y peso real en su carácter eminentemente político como continuación de la cruzada reformista del Presidente y su equipo, aunado a que, si bien la moneda sigue en el aire respecto a qué rumbo tomarán los cambios, nadie, en el fondo, cuestiona la necesidad de transformar y fortalecer el sector energético.

Por lo pronto, el guiño hacia la izquierda mediante las alusiones a la expropiación cardenista no surtió el efecto deseado, levantando...

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