Introducción

AutorCecilia Rabell Romero
Páginas7-8
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1. Introducción
Entre 1810 y 2010 el crecimiento de la población mexicana ha segui-
do un camino accidentado, y en todo ese tiempo los cambios han sido
enormes; para describir esa evolución es necesario revisar, primero, el
lento paso de los 6.1 millones que éramos en 1810 hasta alcanzar los
15.1 millones en 1910, es decir, debemos entender cómo y por qué
los habitantes se multiplicaron sólo por 2.5 veces en 100 años. Des-
pués, hay que dar cuenta del tránsito de esos 15.1 millones de 1910 a
los nada menos que 108.4 millones que deberíamos ser en 2010. En
este último siglo, la población se multiplicó por más de siete, situa-
ción no sólo contrastante respecto al periodo anterior, sino también
muy excepcional en sí misma.
El movimiento secular de una población puede verse como la
resultante de dos grandes fuerzas que a veces se contraponen y otras
se complementan. A una podría llamársele la fuerza de la “inercia de-
mográfica”, es decir, la tendencia a reproducirse de determinada
manera; por ejemplo, creciendo con mayor o menor vigor; la otra,
sería la dinámica política y social: las acciones del hombre que produ-
cen los cambios notables en las sociedades.
El movimiento de larga duración en el crecimiento poblacio-
nal no siempre ha coincidido con momentos políticos relevantes:
así, la guerra de Independencia frenó el crecimiento poblacional a
causa del aumento de defunciones y del descenso de los nacimientos,
resultado de la lucha armada y de los desplazamientos forzados de
la población, pero probablemente no detonó cambios notables en los
niveles de los procesos demográficos principales como la fecundidad,
la mortalidad en años normales y la migración; por tal razón, una
vez pasados los efectos directos del movimiento de Independencia,
el régimen demográfico, que considera la forma y el ritmo con que
se reproducen las poblaciones, se mantuvo sin mayores alteraciones.
También es probable que el régimen demográfico —que, como vere-
mos más adelante, supone condiciones de fecundidad y de mortalidad
relativamente constantes dentro de una región o bien a lo largo de un
periodo determinado— de la primera parte del siglo xix no fuera muy
distinto al que encontramos hacia finales del periodo colonial; sin
embargo, en aquel momento del siglo xix el hecho más notable fue
el espaciamiento de las crisis demográficas y la pérdida de su inten-
sidad. La diferencia respecto del periodo colonial radica entonces en
Inercia
demográfica
y dinámica
política y social
Régimen
demográfico
del siglo XIX:
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