La interdisciplina revisitada

AutorRoberto Follari
CargoDoctor en psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular de Epistemología de las Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina). Correo electrónico: «robfollari@ciudad.com.ar»
Páginas7-17

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El tema de la interdisciplina siempre retorna. Establecido en el imaginario de la completitud que superaría las fraccionalidades propias de cada disciplina, o en el de la feliz mezcla que todo lo reúne hacia un pastiche disolutor de las peculiaridades aislacionistas, vuelve con la insistencia de los arquetipos inconscientes, y se establece de nuevo en cada ocasión como si fuese la primera.

De modo que otra vez está en escena la reinventada propuesta de lo interdisciplinar, reprimido su origen para que no sea advertida en lo que tiene de repetición y de retorno. Con ropajes a medias cambiados y a medias idénticos, esto ya se vivió en los años setenta, como una respuesta a las propuestas de los alumnos rebeldes de mayo del 68 (Follari, 1982 y 1990). La interdisciplina llenó ríos de tinta, legitimó programas en elecciones para autoridades universitarias, engalanó informes de actividades,

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sin haber encontrado nunca los principios epistemológicos que la sacaran del plano de la propuesta política hacia el de la viabilidad académica y la fecundidad investigativa. De tal modo, se perdió en el olvido hacia los años ochenta, hasta que a fines de los años noventa vivimos un revival que -para ser plenamente tal- decidió prescindir de las citas y de otras elegancias que hacen al repertorio de, por ejemplo, las remakes cinematográficas. En este caso, nadie parece saber que hubo un auge anterior del tema, o nadie quiere dar cuenta de que lo sabe. De modo que en el campo discursivo, estamos (re)descubriendo continentes ya descubiertos.

Es curioso que se mantenga el sentido entre festivo y triunfalista que fuera propio de la aparición de la temática en los años setenta, ya sea en su versión opositora, como la oficializada por la OCDE para los países europeos. Apuntar a Teorías sin disciplina (Castro-Gómez y Mendieta, 1998) parece ser un llamado válido por sí mismo, y que no requiriera posterior explicación para justificarse en su pertinencia, así como en lo que se supone que tendría de ideología crítica de lo hegemónico.

De tal modo, parece desconocerse que la interdisciplina aparece recurrentemente como una propuesta de la derecha ideológica proempresarial. Por supuesto, argumentarán muchos, no se trata de una propuesta idéntica a la que realizan otros, desde el pensamiento poscolonial, los estudios culturales o la crítica epistemológica. Sin duda que es así, que bajo la generosa amplitud de esa noción, y de las cercanas y entremezcladas con ella (transdisciplina, multidisciplina, etcétera) se cobijan posturas y proyectos diferentes, y que éstos debieran ser convenientemente discriminados entre sí. Pues bien, precisamente eso es lo que nosotros solicitamos, y por ello nos es claro que la sola apelación a superar lo disciplinar carece de todo rasgo intrínseco que fuera necesariamente crítico o liberador. La propuesta interdisciplinar en su primera formulación explícita, surgió como modo de tranquilizar a los estudiantes que habían realizado tomas de universidades y rebeliones en la calle a fines de los sesenta (Apostel, 1975).1 Tuvo una direccionalidad

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ideológica precisa, aunque mantuvo la ambigüedad necesaria para parecer una respuesta a demandas de esos mismos estudiantes, para presentarse como la retraducción de sus banderas de superación tanto de la separación entre teoría y práctica, como de la existente entre intelecto y realidad.

Pero este cambio de sesgo llevó hacia la ligazón de universidad con empresa, y al demérito relativo de la formación científica tras el acento puesto en la formación exclusivamente profesional. Se "operativizó" la formación de acuerdo con la lógica eficientista de los empresarios privados o del Estado como (por entonces) gran empresario, subordinando el pensamiento crítico y las posibilidades de actividad profesional no regida tan directamente por la dinámica inmanente de la ganancia.

Empecemos por reconocer la historia para no repetirla. La transdisciplina no es un meritorio invento liberador surgido de los pensadores poscoloniales, ni una inédita batalla contra bastiones ordenadores propios del pensamiento moderno. Es una propuesta que se planteó inicialmente en épocas en que no existía ni remotamente lo posmoderno, de modo que su búsqueda era por completo realizada en términos propios de la modernidad. Además, de la modernidad hegemónica, no de su lado crítico o negativo. La modernidad que ha paseado por la historia de Occidente la idea de que el mundo es un espacio para ser dominado, para ser explotado bajo la racionalidad pragmática, dispuesto a ser objeto de cálculo racional a la pura finalidad de su dominio y de la ganancia que pueda proveer. Estas son las credenciales de nacimiento de la interdisciplina, no otras. Por supuesto, ello nada supone en cuanto a que no pudiera pensarse de otros modos bajo otras circunstancias, y dentro de diferentes marcos conceptuales. Pero sí deja clara la no autorización a plantear las cosas como si nada antes hubiera sucedido, como si la apelación a lo inter o transdisciplinar surgiera aquí y ahora, como si no estuviéramos obligados a despejar equívocos y resolver conflictos de interpretación si es...

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