Instrucciones para ver los Juegos Olímpicos

AutorFabrizio Mejía Madrid

2) Depende de su edad, estimado lector, pero quizás sus recuerdos patrióticos de Juegos Olímpicos hayan sido de dolor e injusticias: Daniel Bautista, que entrenaba caminata siendo policía de tránsito en el Estado de México y que ganó el oro en Montreal 1976, lo descalificaban los jueces rusos debajo de puentes sin cámaras de testigo, a punto de llegar, o antes de salir. Luego, descalificaban a todos los mexicanos. No se sabe si por envidia, racismo o cuentas pendientes. Nunca se supo si los jueces rusos habían sido detenidos por Bautista conduciendo en estado de ebriedad.

3) Su país es uno que, a falta de buenos resultados en lo que viene siendo el deporte nacional -el futbol-, ha buscado identificarse con disciplinas tan ajenas a la experiencia cotidiana como tiro, clavados -se hablaba del "inmejorable entrenamiento en medio de un risco en Pie de la Cuesta"-, taekwondo, levantamiento de pesas femenil. Las historias de cómo llegaron a los Juegos Olímpicos son del tipo: "No teníamos ni para comer. Mi mamá había muerto dos días antes. Nunca tuve apoyo y me entrené cargando muebles en las mudanzas de mis primas".

4) Encienda la televisión.

5) Haga una breve evaluación de las razones para escoger a alguien a quién irle. En los tiempos de la Guerra Fría, los motivos no eran necesarios: el bloque socialista demostraría el poder de los juegos colectivos, mientras que los capitalistas se atiborrarían de medallas individualistas. Era una competencia entre los patrocinios de las "transnacionales" contra un Estado que promovía un amor por el deporte desde la niñez. A partir de que comienza mi memoria olímpica, es decir, 1976, el foco de estas disputas era Nadia Coma-neci: la propaganda antisocialista decía que la esclavizaban los Ceausescu -el júnior abusaba de ella- y la defensa era que vivía en una mansión de ocho recámaras. Claro, en una abusaba de ella el júnior. No, falso: ahí duerme soñando con el Hombre Nuevo.

6) Una vez que usted acepte -contra la mejor opinión de los articulistas mexicanos actuales- que la Guerra Fría terminó hace tiempo, los móviles de la pasión olímpica se vuelven más sutiles. Pongamos, por ejemplo, una competencia de natación. Los gringos, si no son Phelps -que tiene la simpatía de que era un Jreafe con desorden de atención y que, además, es medio pachequín-, están descontados de antemano. Ser mexicano es haber perdido sólo dos guerras: en una, fuimos privados de un imperio indígena y, en otra, de "más de la mitad del...

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