El infortunio de Dominique

AutorAnne Marie Mergier

París.- Tragedia. Drama. Trueno. Tsunami. Ocaso. Hoguera de las vanidades. Descenso al infierno… De las rejas del Elíseo a las rejas de la cárcel…

Para los periodistas franceses ninguna palabra, ninguna metáfora es adecuada para calificar la detención y ulterior encarcelamiento de Dominique Strauss-Kahn, acusado de delitos sexuales. Fue capturado a bordo en un avión de Air France que se disponía a despegar en el aeropuerto J.F. Kennedy.

Hasta el sábado 14, el director gerente del Fondo Monetario Internacional era uno de los hombres más influyentes del planeta. Además, los sondeos de opinión en Francia lo presentaban como el único político capaz de vencer a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012.

“Hoy represento todo lo que quieren los franceses: competencia profesional reconocida, serenidad, calma y experiencia internacional” enfatizaba Strauss-Kahn en una plática sostenida el pasado 28 de abril con Antoine Guiral, periodista del matutino Libération. Según su interlocutor se notaba seguro de sí mismo y de su destino como futuro jefe del Estado francés.

El lunes 16 se convirtió en el preso número M1164286Y de la temible cárcel de Rikers Island, conocida como Alcatraz de la Costa Oriental. Tres días después, el jueves 19, cambió su estatus. Un gran jurado, compuesto por una docena de electores del estado de Nueva York y escogidos al azar, determinó que las pruebas en su contra eran suficientes para inculparlo formalmente de siete delitos, entre otros, intento de secuestro, violación, felación y uso de la fuerza para perpetrar estos ilícitos contra una empleada del hotel Sofitel, de Nueva York, donde el funcionario del FMI estaba hospedado.

Ese mismo día, el juez Michael Obus accedió a otorgarle la libertad condicional. Para ello aceptó todas las garantías ofrecidas por los abogados de Strauss-Kahn: entrega de sus pasaportes personal y diplomático; renuncia a todo proceso de extradición; pago de una fianza de 1 millón de dólares en efectivo; residencia permanente en un departamento de Manhattan alquilado por su esposa y vigilado las 24 horas del día por una empresa de seguridad privada cuyos gastos corren a su cargo, y uso de un brazalete electrónico.

Además, el juez le impuso una garantía financiera suplementaria de 5 millones de dólares y exigió que el acusado contratara un guardia armado para reforzar su vigilancia permanente.

El magistrado le advirtió que cualquier violación de esas condiciones lo llevaría de regreso a...

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