El infierno del triunfo

AutorJavier Sicilia

Se corre el riesgo de que, por lo mismo, el problema se haga más hondo. Este horror, que Peña Nieto ha reducido a un asunto de seguridad, no sólo continuará, invirtiendo cada día más en negocios contraproductivos -más armas, más cárceles, más militarización, más burocracias-, como lo hizo Calderón, sino que, con la anuencia de una buena parte de la sociedad, el nuevo ocupante de Los Pinos estará cada vez más dispuesto a sacrificar las libertades civiles en nombre de esa misma seguridad. Los resultados -allí está Ateneo para probarlo- ya los conocemos: la criminalización de la protesta, el aumento de la violación de los derechos humanos, la mimetización de las fuerzas de la ley con la crueldad del crimen, una corrupción más profunda de gobiernos y funcionarios públicos, la erosión de la autoridad moral y un costo económico que hará más profunda la destrucción del tejido social.

Este costo, que México seguirá pagando ante el infructuoso intento de evitar que los 23 millones de adictos estadunidenses dejen de consumir droga, tiene, sin embargo, sinrazones más terribles.

Del lado de muchos ciudadanos persiste el miedo a encarar el horror. Cuando el miedo se ha apoderado de la psique, sucede que se voltea hacia otra parte y se reduce todo a un caso de administración pública. Peña Nieto, piensa el ciudadano aterrorizado que lo llevó al poder, hará políticas públicas más sanas que terminarán con la pobreza, fuente de tanto mal, mientras restringe nuestras libertades en nombre de nuestra seguridad. Los muertos, los desaparecidos, los desplazados, no importan. "Algo -dicen esas conciencias sometidas a la propaganda-habrán hecho, y si no, son parte de los costos de acabar con el mal".

Del lado del nuevo gobierno, se dará el miedo a encarar el problema en donde se encuentra en realidad: en la subordinación de nuestra política de seguridad nacional a la de Estados Unidos, basada en la guerra contra las drogas. Peña Nieto preferirá seguir destrozando el país y ocultando su dolor a enfrentar al gobierno estadunidense y asumir que este problema de carácter social y de salud pública no puede resolverse aprobando leyes más duras, aumentando el número de policías, militares y prisiones, y estableciendo programas burocráticos de crecimiento perpetuo; mucho menos...

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