La impunidad

AutorJavier Sicilia

La estupidez del razonamiento -si a eso puede llamarse razonar- es que tanto para Calderón y Peña Nieto en su momento, como para López Obrador hoy, la seguridad se reduce a un asunto de violencia: presencia o abstención. Al final, los extremos se tocan. Los tres han terminado por exacerbar el crimen (121 mil 633 asesinatos y 17 mil 210 desapariciones en el gobierno de Calderón; 156 mil 437 y 35 mil 305, respectivamente en el de Peña Nieto y 121 mil 655 y 21 mil 500 sólo en los cuatro años de gobierno de la 4T).

El problema es que con balazos o sin ellos, la gran ausente en estas administraciones ha sido la justicia. Los niveles de impunidad de las tres han sido casi absolutos, por arriba de 95%, con una diferencia: López Obrador, en un acto de cinismo y perversidad, decidió que la impunidad debe ir acompañada de "abrazos" y bendiciones.

Lo que ni uno ni otros han entendido es que su tarea como jefes de Estado no es agarrarse a chingadazos o dejar de hacerlo, sino ejercer la justicia. La impunidad alienta el crimen y exacerba la violencia. El hoy famoso Chueco, el asesino de los jesuitas, llevaba años como parte del Cártel de Sinaloa ejerciendo el crimen en la Tarahumara. Se le veía en las calles, tenía incluso un equipo de béisbol. Pudo operar al amparo del Estado y del gobierno de López Obrador hasta que tocó a quien no debía. Lo mismo sucedió con El Negro Radilla, el asesino de mi hijo y de seis de sus amigos durante el periodo de Calderón (en el de López Obrador, El Negro y sus secuaces, que están detenidos, no tienen todavía sentencias), o con los Abarca hasta la desaparición de los 43 muchachos de Ayotzinapa durante el gobierno de Peña Nieto.

Antes de rebasar la línea donde el crimen se vuelve escándalo y el Estado se ve en la necesidad de actuar para controlar los daños políticos, esos criminales operaron "abrazados" explícita o implícitamente por el Estado, operaron en la impunidad, como lo siguen haciendo miles de células criminales.

La más clara muestra de ello puede verse en el evento que hace unas semanas realizó el gobierno de la 4T para dar inicio a los trabajos de la supuesta comisión que busca garantizar la verdad y la justicia de 1965 a 1990, es decir, los años del terrorismo de Estado, como si los que siguieron hasta nuestros días no fueran otra fase de ese mismo terrorismo.

El acto fue en todos los sentidos un alarde de impunidad y, como lo señaló Ja-cobo Dayán (Animal Político, 28/06/22), de provocación y desprecio por...

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