Impune, retorna a las tinieblas

AutorRodrigo Vera

Mientras tanto ya empiezan a barajarse los nombres de sus posibles sucesores, entre quienes va a la cabeza el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, muy cercano al presidente Enrique Peña Nieto y señalado como el principal operador eclesiástico del candidato priista Alfredo del Mazo en las elecciones para gobernador del Estado de México (Proceso 2115).

Otros aspirantes con posibilidades son Jorge Carlos Patrón Wong, cercano al Papa Francisco y actual secretario para los seminarios de la Congregación para el Clero; Ramón Castro, obispo de Cuer-navaca que impulsa una pastoral social comprometida; y Víctor Sánchez Espino-za, el conservador arzobispo de Puebla, considerado delfín de Rivera Carrera.

Pero cualquiera que supla a Rivera encontrará, a decir del investigador Rodolfo Soriano, una descuidada arquidiócesis cuya "descatolización avanza a un ritmo más acelerado que en el resto del país" y donde las parroquias "son pocas para atender a los fieles y además no se han adecuado a las nuevas realidades".

Soriano explica: "En todos estos años, el cardenal Rivera ha estado más interesado en tejer relaciones con políticos y empresarios, y en aparecer en las páginas de sociales, que en apoyar realmente a la gente necesitada. Esa es la arquidiócesis que le deja a su sucesor".

Negocio guadalupano

Tan pronto fue nombrado arzobispo primado, en junio de 1995, Rivera Carrera se dio a la tarea de obtener el control de la principal fuente de ingresos del arzobispado, la Basílica de Guadalupe. Pero necesitaba primero desplazar al poderoso abad del santuario, Guillermo Schulenburg, quien tenía nombramiento vitalicio y guardaba cierta independencia de la arquidiócesis.

Rivera Carrera detectó muy pronto el punto débil de Schulenburg: no creía en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Por este hecho, en mayo de 1996 atizó un movimiento de linchamiento contra el abad, valiéndose de las organizaciones de laicos católicos.

En la Ciudad de México hubo protestas de católicos exigiendo la expulsión del abad, pues les resultaba inconcebible que el mismo encargado del santuario no creyera en el llamado "Milagro de las Rosas". Las manifestaciones se extendieron incluso a otras plazas, como Ciudad Juárez, donde grupos de jóvenes repartían volantes en los templos con las leyendas "Abad traidor" o "¡Viva Juan Diego!"

Enrique Dussel, historiador de la Iglesia, advertía entonces que se trataba de una encarnizada disputa interna por las riquezas del...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR