Economía de mercado y solidaridad

AutorMario Capdevielle
CargoProfesor e investigador del Departamento de Producción Económica, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco
Páginas23-41

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1. Introducción

El presente ensayo tiene por objetivo reflexionar sobre la forma en que la teoría económica, en sus diversas escuelas y etapas históricas, relaciona o no la operación de los mercados con las prácticas solidarías y altruistas de los individuos. Con ese fin se analiza en primer término la escuela económica clásica, particularmente Adam Smith, quien definió un espacio teórico propio de la economía fundado en el interés egoísta de los individuos como negación de la solidaridad social, aunque no necesariamente antagónico a ésta.

Posteriormente se exponen los elementos centrales de la teoría económica neoclásica y cómo ésta adopta juicios de valor al aceptar el principio general de maximización de la utilidad individual. Se analizan las principales críticas a los supuestos de la teoría neoclásica, los ele-Page 24mentes que ella no incorpora y su conceptualización del bienestar social. Por último se presentan, desde la teoría evolutiva del cambio económico, propuestas alternativas para concebir la economía y las potenciales implicancias económicas de una articulación social solidaria.

2. La disociación clásica de solidaridad y economía de mercado

El nacimiento de la economía política como disciplina científica está relacionado con la disociación entre prácticas solidarias y actos económicos. Adam Smith, en su Teoría de los sentimientos morales, presenta una dualidad en la conducta humana: solidaridad-egoísmo. La solidaridad, entendida como acción altruista o adhesión a un objetivo o causa de otros, ajena al interés individual, es origen y fundamento de la moralidad y corresponde a una esfera de la conducta humana asociada con sus relaciones políticas y sociales. El egoísmo, la búsqueda del interés individual, asume también un papel socialmente positivo dada su potencial utilidad productiva, y corresponde a otra esfera de la conducta humana, la económica. A diferencia de los pensadores que le precedieron, el padre de la economía política no asigna connotaciones de bueno y malo en esta dualidad; los intereses individuales y sociales no están necesariamente en contradicción, y existen mecanismos por los cuales la "mano invisible" concilia ambos. El carácter positivo del móvil egoísta se fundamenta en su utilidad para alcanzar fines individuales y colectivos en la esfera económica, dado que cuando un individuo procura obtener el máximo beneficio personal, logra al mismo tiempo, e independientemente de su voluntad el mayor beneficio económico para la comunidad.1

Así, para la economía clásica la conducta humana se divide en dos esferas distintas: la moral (solidaria) y la económica (egoísta). El egoísmo puede ser un elemento positivo si se desarrolla en la esfera apropiada (económica), y ningún individuo en la búsqueda de su propio beneficio impide a los demás alcanzar ese mismo objetivo. El libre accionar de los intereses egoístas de los individuos a través del mercado posibilitará el desarrollo económico de las naciones. De esta forma no sólo se logra conciliar ambas esferas de la conducta humana, sino que la actividad económica se constituye en uno de los fundamentos de la sociedad, y su estudio, la economía política, adquiere identidad teórica y autonomía.

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El accionar económico de los individuos en una sociedad de libre mercado es ajeno, de esta forma, a prácticas solidarias. Si la actividad productiva se desarrollase en el contexto de una economía de mercado, siendo la propiedad e iniciativa privadas sus instituciones fundamentales, el Estado sólo debería garantizar el libre operar del mercado, sin interferir en él.

El desafío inicial que enfrenta la economía política es demostrar que, en estas condiciones, el mercado puede ser la mejor forma de organización de la producción. Esto significa que es coherente, eficiente y justo en la producción y distribución de la riqueza generada. La cantidad producida de todos los bienes y servicios debe ser igual a la cantidad consumida. Se deben emplear los métodos más eficientes en la producción de esos bienes, y se debe distribuir lo elaborado de acuerdo con algún criterio de justicia. Los economistas clásicos, aunque aceptan como dado este resultado, no lo logran demostrar en forma analítica.

Según estos autores, la naturaleza permitía apreciar en ella regularidades susceptibles de ser analizadas a través del trabajo científico y teórico. No eran regularidades aparentes, identificares en forma inmediata, pero estaban implícitas en el orden natural. De la misma forma como Newton presenta propiedades universales de las partículas físicas, que constituyen un orden material, Adam Smith plantea propiedades de la conducta humana como parte de la ley natural, donde cada individuo, actuando en forma independiente en la búsqueda de su propio beneficio, permite el equilibrio económico y social.

Se introduce así en la economía el concepto de equilibrio que implica la coherencia de un sistema de precios de mercado, donde para todos los bienes las cantidades producidas son iguales a las cantidades consumidas. La competencia en el mercado, entendida como rivalidad entre productores, garantiza la asignación y uso eficiente de los recursos. Por último, la distribución asociada a la economía de mercado resulta justa porque corresponde al orden natural. Esto no significa que sea equitativa ni que deba serlo, aun cuando es conveniente para la salud social evitar situaciones de extrema necesidad.

Siguiendo la tradición newtoniana, Smith concibe al mundo como una máquina regulada por leyes inherentes a la naturaleza. El hombre puede intentar reconstruir esa máquina, que opera en forma perfecta, tratando de conocer sus fundamentos, pero esto es algo siempre limitado. El orden natural hace que el sistema de precios tienda al equilibrio, y toda acción de los agentes que perturbe ese orden nos aleja del equilibrio, que por ser natural es bueno. Este equilibrio no es un acto voluntario de los hombres o del Estado, sino algo propio del orden natural.

En síntesis, la economía clásica analiza una dimensión de la conducta humana donde el interés egoísta de los individuos es positivo y necesario para alcanzar el bienestar general de la comunidad. La solidaridad es ajena a la economía, dado que la distribución y el bienestar sonPage 26 alcanzados y calificados moralmente, no por la actitud consciente y voluntaria del hombre, sino por su correspondencia o no con el orden natural, en el supuesto no demostrado de que éste elevará la riqueza y el bienestar de la sociedad, aunque no necesariamente en forma equitativa

3. La tradición neoclásica: economía positiva y normativa

Hada fines del siglo XIX, los economistas neoclásicos2 transforman radicalmente la "visión" clásica y el carácter de la ciencia económica. La economía deja de ser la ciencia social dedicada al estudio de las relaciones humanas en torno a la producción y distribución de mercancías, para transformarse en la ciencia que estudia la forma como se utilizan los recursos productivos escasos empleados en la producción de distintos bienes y servicios. Deja de preocuparse por el desarrollo dinámico de las naciones para analizar la asignación eficiente de los recursos. La economía se convierte en una ciencia de la optimalidad, donde el análisis marginal3 es su instrumento fundamental. Asimismo, se desarrolla una gran capacidad de formalización de la teoría económica, lo que proporciona un mayor grado de consistencia lógica en sus modelos.

La coherencia, eficiencia y justicia de los mecanismos de mercado no son explicadas, dentro de esta concepción, por el orden natural, sino que se fundamentan en un modelo abstracto, que se supone es relevante respecto a su capacidad de comprender la realidad. Ese modelo es la "competencia perfecta", donde bajo supuestos sumamente restrictivos y poco realistas, tienen solución algunas de las problemáticas anteriores. La competencia en el mercado deja de ser un fenómeno de rivalidad para transformarse en un acto impersonal entre agentes atomísticos, infinitamente pequeños, todos ellos tomadores de precios.4 La eficiencia económica se presenta en un contexto estático, donde la tecnología es un bien libre (no cuesta) y existe perfecta divisibilidad y movilidad de todos los factores productivos. Los individuos tienen necesidades y deseos que son insaciables, pueden ordenar sus preferencias respecto de las múltiples formas de satisfacerlos y tienen por único objetivo maximizar su utilidad individual minimizando su gastoPage 27 y/o esfuerzo. En cada mercado los productos son homogéneos (¡guales entre sí). La utilidad marginal5 de los bienes para los consumidores y la productividad marginal6 de los factores para los productores son decrecientes, supuestos exógenos a lateoría, sin los cuales no es alcanzable el equilibrio. Por último, los agentes tienen un conocimiento perfecto del conjunto existente de precios y productos, presentes y futuros.

El equilibrio, en este contexto, implica la producción de los bienes demandados por los consumidores, la asignación eficiente de recursos y la distribución del producto generado según la productividad marginal de cada factor. Esta forma de distribución agota el producto sin que reste ningún excedente sujeto a ser reclamado por algún agente, con lo que el fenómeno distributivo se transforma en un hecho técnico. La distribución del ingreso en la teoría económica neoclásica es, a diferencia del pensamiento clásico, endógena y carente de connotaciones morales o políticas.

León Walras procuró7 explicar cómo operan en una economía de mercado los mecanismos de...

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