"El hijo de Saúl"

AutorJavier Betancourt

Saúl (Rórihg) forma parte del Sonderkommnado, uno de esos grupos que los nazis implementaban con prisioneros judíos para encargarse de limpiar los residuos de cámaras de gas y hornos crematorios. Esos despojos no eran otra cosa que los cientos de cadáveres que desechaba a diario la fábrica de la solución final. Dentro de esa banda de producción de muerte, un cadáver era un mero "stück", pedazo o cacho, que había que procesar; los soldados o jefes nazis evitaban así ensuciarse las manos.

Son contados los momentos, instantes a veces, en que la cámara abandona el acercamiento del rostro de Saúl: filmado en 35 mm con un formato 1: 375 -algo muy cercano a la técnica que se utilizó para el cine mudo-, el semblante del actor, poeta de profesión, inunda la pantalla con una mezcla extraña de terror, dignidad y mansedumbre; sumisión no al nazi, sino al destino. En ese inacabable cióse up se incrusta el infierno; fuera de foco, como de reojo, se perciben los tormentos, golpes y humillaciones, balazos y metrallas a quema ropa, vestimentas y objetos personales, puertas metálicas, cuerpos apilados, el golpe de la palas y las llamas de fuego. Pero Nemes parece recomendarle a su espectador que no se distraiga, que se concentre en ese rostro.

El hijo de Saúl sugiere que bajo la maquinaria de exterminio, sea por raza, credo político o género, lo esencial es no perder de vista el rostro...

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