Hermenéutica analógica, filosofía y derechos humanos entrevista con Mauricio Beuchot

AutorNapoleón Conde Gaxiola
Páginas241-254

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Preámbulo

Al entrevistar a Mauricio Beuchot, quien es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras e investigador en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), deseamos comenzar con algunos datos biográficos, antes de entrar al tema de su trabajo sobre los derechos humanos.

-Doctor Beuchot, ¿cuál es la valoración de su trayectoria en la Universidad?

-Entré a la UNAM como profesor e investigador en 1979. Como profesor a la Facultad de Filosofía y Letras, y como investigador al Instituto de Investigaciones Filosóficas. En la Facultad fui invitado al posgrado y tuve la asignatura de Lógica Superior (Historia de la lógica y de la filosofía del lenguaje); al principio expuse la lógica y la filosofía del lenguaje medievales, después la de los novohispanos. Últimamente he pedido que se cambie el nombre a Filosofía en México, ya que expongo diversos aspectos de la filosofía en la colonia. En el Instituto de Investigaciones Filosóficas fui también llamado como especialista en filosofía medieval, claro que allí tuve que trabajarla según los moldes de la filosofía analítica, en la que tenía entrenamiento, además de mi base en la filosofía tomista. Después de once años de laborar en Filosóficas, en 1991 fui invitado a coordinar el Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas, donde había un área de griego, otra de latín y otra de tradición clásica en México, donde cabían mis trabajos sobre filósofos novohispanos. Después de dos periodos como coordinador, sigo laborando allí como investigador, pues se echó a andar un equipo de investigadores de la cultura novohispana, que animo junto con Roberto Heredia, y cada año se organiza un congreso acerca de esos temas. Ahora en el Page 242Instituto de Investigaciones Filológicas tengo un Seminario de Hermenéutica, adscrito a la dirección, y que ha comenzado a funcionar.

-Dice usted que pasó un tiempo en el Instituto de Investigaciones Filosóficas. De 1979 a 1991 son doce años. ¿Nos podría sintetizar sus principales contribuciones en este periodo? -En el Instituto de Investigaciones Filosóficas se ha cultivado la filosofía analítica. Allí y por esos años tuve mi diálogo con la analítica, que siempre me gustó mucho. Yo tenía algún entrenamiento en lógica y, sobre todo, en filosofía del lenguaje. Daba clases de semiótica, lógica matemática y filosofía del lenguaje, y producto de ello fue mi libro Elementos de semiótica (UNAM, 1979), donde trato autores de la línea analítica como Frege, Russell, Wittgenstein, Peirce, Morris, Tarski y Quine. Además, me dediqué a reconstruir las teorías medievales con instrumentos contemporáneos, fruto de lo cual fue otro libro intitulado La filosofía del lenguaje en la Edad Media (UNAM, 1980), donde son estudiadas las teorías semánticas de esa época a la luz de la lógica y la semántica analíticas; y apliqué lo mismo a la discusión de los universales, lo cual culminó en otro libro, El problema de los universales (UNAM, 1981), que abarca discusiones clásicas, así como analíticas, hasta llegar a autores como Strawson, Quinton, Chisholm, Armstrong y otros.

Continué haciendo ese diálogo con la filosofía analítica, en el ámbito de la metafísica, con una serie de artículos que después reuní como libro: Filosofía analítica, filosofía tomista y metafísica (Universidad Iberoamericana, 1983). A ésta siguió otra serie de artículos sobre el mismo tema que resultó en otro libro: Conocimiento, causalidad y metafísica (Universidad Veracruzana, 1987). También trabajé con un lógico norteamericano que tuvimos en Filosóficas, Walter Redmond, gran lógico matemático, con el que profundicé en esos temas. Inclusive, ya estando en Filológicas, seguí promoviendo ese diálogo, de lo cual resultó otro libro con el título Tópicos de filosofía y lenguaje (UNAM, 1992), en el que traté de construir una filosofía del lenguaje con elementos y discusiones que proporcionaba la filosofía analítica más reciente; y proseguí el mismo diálogo, un poco más lentamente, pero todavía salió otro libro con muchos de esos temas: Interpretación y realidad en la filosofía actual (UNAM, 1996). Page 243

-Respecto de su labor en el Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ¿cuál ha sido su presencia en esta institución? ¿Qué asignaturas ha impartido? ¿Cuál ha sido su trato con los estudiantes y maestros? -Como ya dije, entré a dar clases a la Facultad en 1979, en el posgrado. La asignatura que tuve fue la de Historia de la lógica y de la filosofía del lenguaje. Primero la traté en la época medieval, y después en la época novohispana. Siendo profesor del posgrado, tuve de alumnos a muchos de los que ahora son profesores en la licenciatura y aun en el posgrado mismo. De esta manera me he relacionado mucho con los profesores de la Facultad, tanto porque pasaron por mis clases en el posgrado como por amistades que he hecho con ellos. Sobre todo, esta amistad abarca a muchos de los profesores que ya eran mayores y muy connotados, con los cuales he llevado un trato amistoso, dentro de frecuentes discusiones filosóficas, que me resultan muy enriquecedoras.

-Después pasó usted a formar parte del Instituto de Investigaciones Filológicas. ¿Cuáles han sido allí sus líneas de investigación y qué proyecta en la actualidad? -Con el fin de coordinar el Centro de Estudios Clásicos de ese Instituto, en 1991 dejé Filosóficas y me pasé completamente a Filológicas. Allí asumí la tarea de promover y fortalecer un grupo de diez investigadores que ya trabajaban en la cultura novohispana. Desde antes había realizado, con Walter Redmond, varias formalizaciones de trozos de la lógica novohispana. Ahora convenía promover las traducciones y los estudios de esos textos. Así formamos algunas colecciones, como la Bibliotheca Philosophica Mexicana y la Bibliotheca Humanistica Mexicana, ahora con varios volúmenes muy interesantes. Tenemos un congreso anual sobre estos temas, donde nos reunimos con investigadores de lo novohispano a nivel nacional, y ya hasta internacional. Ese trabajo continúa el día de hoy, en contacto con otras universidades del país.

También en Filológicas surgió el trabajo sobre hermenéutica. Para analizar los textos, utilicé ese instrumento interpretativo, y poco a poco se me fue pidiendo una mayor reflexión teórica sobre la hermenéutica, que quedaba muy bien para un Instituto de esa índole, de labor filológica. Así fui elaborando y construyendo una teoría hermenéutica para ponerla al Page 244 servicio de mis colegas. Aquí el diálogo fue con la filosofía posmoderna, que tiene como núcleo central la hermenéutica, un diálogo ya de varios años. La mayoría de los pensadores posmodernos incurrían en el relativismo, esto es, en el equivocismo, así como el ala positivista de la analítica incurría en el cientificismo o univocismo. Por eso busqué una posición alternativa, que conjuntara la seriedad o rigor...

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