Henríquez Ureña y el matiz crepuscular

AutorAndrés Henestrosa
Páginas36-38
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ANDRÉS HEN ESTROS A
México, la índole de nuestras razas sería un factor importantísimo para
formar una escuela”.
Es allí mismo donde, en una digresión, apunta la idea que en manos de
Pedro Henríquez Ureña se convierte en toda una teoría estética tendiente
a explicar todo el teatro alarconiano, y que hace algunos años descubrió y
publicó sin comentarios Arturo Arnáiz y Freg. Dice así: El fondo de nuestro
carácter, por más que se diga, es profundamente melancólico; el tono menor
responde entre nosotros a esa vaguedad, a esa melancolía a que sin querer nos
sentimos atraídos; desde los cantos de nuestros pastores en las montañas y
en las llanuras, hasta las piezas de música que en los salones cautivan nuestra
atención y nos conmueven, siempre el tono menor aparece como iluminando
el alma con una luz crepuscular”. Las palabras claves, palabras pilares de la
tesis sobre el mexicanismo de Juan Ruiz de Alarcón, están allí. Lo que hizo
el gran dominicano fue organizarla, para crear el brillantísimo edificio de su
notable conferencia.
26 de agosto de 1951
Henríquez Ureña y el matiz crepuscular
La tesis sobre el mexicanismo de Juan Ruiz de Alarcón, que no era nueva en
Pedro Henríquez Ureña, fue expuesta en una conferencia en el año de 1913.
Encaminada a caracterizar nuestra poesía, y el teatro alarconiano, muy pronto
sus teorías sirvieron para entender y explicar otras manifestaciones artísticas
mexicanas: la música y la pintura. Así, Manuel M. Ponce creyó encontrar como
signo de nuestra cultura popular, el dejo melancólico que Henríquez Ureña
veía en nuestra poesía. Y el propio Pedro Henríquez para ilustrar sus tesis,
señala en la pintura mexicana los paños negros, las caras melancólicas, las
flores pálidas, los ambientes grises, tan diversos a la cálida opulencia del rojo y
del oro, los azules y púrpuras violentos del mar, la alegre luz del sol, las flores
vívidas, la carne de las mujeres en las telas españolas. Un año más tarde, Luis
G. Urbina, partiendo de los postulados del ensayista dominicano, señala como
distintivos de la literatura mexicana, la tristeza, la dulzura, la melancolía, si
bien agrega un aspecto secundario: la malicia epigramática, ya aludida de paso
por Pedro Henríquez Ureña en su famosa conferencia.

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