El hambre eterna

AutorMarcela Turati

Cuando lleguen a la edad escolar estarán en desventaja. Tendrán dificultades de aprendizaje. No desarrollarán habilidades. La falta de hierro, zinc, vitamina A y ácido fólico les minó las conexiones neu-ronales. No podrán aprender porque no pueden concentrarse.

Desde que sus madres -desnutridas también- los llevaron en el vientre carecieron de los nutrientes que dan la carne, el pollo, los huevos y la leche.

En los primeros dos años de vida, los de la llamada "ventana de oportunidad" -esos 24 primeros meses cruciales para desarrollarse-, no tuvieron nutrientes.

Expertos del Instituto Nacional de Nutrición y del Instituto Nacional de Salud Pública señalan lo anterior y agregan que la desnutrición infantil en México mata a 10 mil infantes al año. Pocos por hambre. La mayoría por infecciones que los encuentran sin defensas. Chiquitos, en cajas de cartón cuando las hay, son sepultados en tumbas prematuras.

Es vergonzoso, dicen. No debería ocurrir, agregan.

Desde hace décadas México arrastra esa desvergüenza. Las mismas zonas de muerte infantil. Las mismas víctimas. Pobres, campesinos, indígenas que huyeron del hambre rural y se asentaron en los cinturones de miseria urbanos.

Estamos quemando nuestro bono demográfico, nuestro futuro. Ya destruimos nuestra fuerza de trabajo, advierten los expertos con las estadísticas en la mano. Quienes lo dicen son investigadores de los centros públicos de conocimiento más importantes del país: el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INNSZ) y el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

Pero el drama no sólo afecta a los niños, advierten. En años recientes tres de cada 10 hogares tuvieron problemas para alimentarse. En uno de estos, por pobreza se saltaron alguna comida. La familia entera se fue a dormir con hambre.

Los sondeos sobre el hambre son falibles no por cuestiones técnicas, sino porque algunos encuestados, de tanto que se acostumbraron a no tener alimento en el estómago, ya ni la notan ni la registran en sus respuestas.

"El Estado abdicó"

El director ejecutivo del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del INSP, doctor Juan Ángel Rivera Dommarco, muestra los gráficos del hambre, resultado de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012.

Una de las preguntas que se hizo en la encuesta fue: "¿En algún momento tuvo temor de que no podía darle alimento a sus hijos?".

Si la respuesta era sí comenzaba otra serie de preguntas para determinar la "inseguridad alimentaria": "¿Usted se fue a la cama sin cenar? ¿Los niños se fueron a dormir sin cenar? ¿Alguna vez durante el día no tuvo alimento? ¿Tuvo que pedir comida a un conocido o sacarla del basurero?".

En los hogares encuestados 30% nunca sintió inseguridad alimentaria y 41.6% presentó inseguridad leve (sintió que quizás no iba a alcanzarle el gasto), pero 17.7% registró inseguridad moderada (dejó de comer carne y consumió alimento de menos calidad) y 10.5% severa (es decir que por la carencia se saltó alguna comida).

Esto...

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