El hambre de Erich

AutorMarcela Turati

VILLA VICTORIA, MÉX.- Erick Felipe ha cambiado mucho. Antes parecía un niño-mueble. La mayor parte del tiempo la pasaba dormido, no lloraba, no intentaba gatear, no molestaba, ni siquiera pedía comida. Vaya, ni eso de sonreír se le daba.

Ahora, cuando vio que afuera de su casa estaban las personas que venían a visitarlo, lanzó una sonrisa. Se veía muy despierto, como si quisiera decir algo. En cuanto miró un plátano lo tomó con fuerza, se lo metió en la boca y ya no lo soltó.

Al verlo, el nutriólogo Abelardo Ávila lo saludó. Mientras le platicaba en un lenguaje adulto le revisaba la piel -su piel hinchada por edemas, que se forman cuando las células tienen más agua que nutrientes, cuando están en un cuerpo desnutrido.

Una psicóloga sacó un expediente con su nombre, los datos sobre su familia, las circunstancias en las que fue gestado, su vivienda, su nacimiento, su desarrollo, su talla, su edad y sus enfermedades. En la carátula se ve su foto con mueca de enojo, la cara de quien no le gusta ser fotografiado.

En los recuadros se lee que estuvo grave. Según el diagnostico padeció "desnutrición energético-proteica con edema generalizado. Perímetro cefálico disminuido para la edad". Después de la visita, el nutriólogo explicaría lo que esas palabras significan: no consumía las calorías ni las proteínas mínimas, tenía edemas en todo el cuerpo y, debido a esto, incluso el tamaño de su cabeza se había reducido.

Esas palabras no tendrían por qué existir en el expediente de un niño mexicano, y menos en el de alguien como Erick, niño maza-hua que vive en un estado rico como el de México, en una zona de recursos forestales y comercios, cerca de una carretera que comunica directamente con la capital del país.

-Le salieron unos granitos -dijo Alejandra García, la mamá de Erick, mientras lo cargaba en brazos. Él se veía pesado, inflado, y ella delgada y chiquita.

Alejandra camina lento. Se demoró en salir de su casa con su niño. Su hogar es un cuarto esquinero, de paredes de ladrillo y donde sólo cabe una cama. Ahí viven ella, su marido y sus hijos. Sirve también de refugio para sus otras dos hijas, que durante la visita estaban invadidas por las ronchas del sarampión.

Erick se recargó en Alejandra mientras devoraba la fruta que le habían dado. En el expediente se indica que a sus dos años y 10 meses pesa 12 kilos, un peso normal para su edad. Sin embargo, su talla es de 76.6 centímetros, y ese dato indica que algo va mal: debería medir un metro; la...

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