El Gran Terror, sin justicia

AutorPatricia Lee Wynne

MOSCÚ.- Con 92 años recién cumplidos Antón Antonov Ovseenko se esfuerza por leer un número de teléfono a través de sus gruesos lentes con la ayuda de una enorme lupa, frente a una lámpara colocada a la altura de sus ojos. A pesar de su casi completa ceguera, este sobreviviente de los gulags estalinistas abarca con toda lucidez la historia soviética del siglo XX, de la cual su familia fue trágica protagonista. Su oficina está en la parte baja del Museo del Gulag, del que es fundador. Es difícil dar con la dirección pues si bien se encuentra en la calle Petrovka, una de las más elegantes del nuevo Moscú, a pocas cuadras de la Plaza Roja, el pequeño cartel se pierde entre los anuncios de lujosas tiendas europeas. El museo consta de un sótano y un salón de exposiciones en el segundo piso. Mínimo y modesto como es, sus paredes encierran una de las historias más negras del siglo XX.

En la planta alta un mapa muestra el "Archipiélago Gulag", como lo llamó Alexandr Solzhenitsin. Gulag es el acró-nimo de la Administración de Campos de Trabajo y Correctivos (Glávnoie Upravlenie Ispravítelno-trudovyj Lageréi). Los puntos rojos, dispersos por toda la geografía soviética, marcan los campos por donde pasaron decenas de miles de detenidos; los puntos verdes señalan los campos pequeños, de hasta 5 mil detenidos. En algunos lugares, como los Urales, Vorkuta en el Círculo Polar y Magadán en el Pacífico, los abigarrados círculos parecen formar bosques.

En las paredes cuelgan pinturas con prisioneros que son conducidos a la fuerza por los oficiales de seguridad, en sus barracas al lado de la estufa o llevados en pelotón a los trabajos forzados.

Hay cuadros dedicados a los temibles Juicios de Moscú realizados entre 1936 y 1938. Uno de ellos recuerda el juicio a los jefes del Ejército Rojo, los mariscales Tu-jachevsky, Egorov y Blucher, héroes de la guerra civil de los veinte, fusilados tres años antes de la invasión alemana de 1941, descabezando al ejército y dejándolo huérfano a meses de la Segunda Guerra Mundial.

Distintos mapas ubican algunas de las grandes obras de ingeniería construidas sobre los huesos de miles de prisioneros políticos, como el canal que une el Volga con el río Moscú.

Un ejemplar de un diario del 1 de abril de 1937, en pleno terror, publica un largo informe de Stalin en el pleno del Comité Central del Partido Comunista con un título a cinco columnas: Sobre las insuficiencias del trabajo partidario y las medidas para liquidar a los...

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