Gore Vidal: Estados Unidos y México

AutorRafael Vargas

Por su cultura, por la chispa y elegancia de su prosa, por la agilidad de su ingenio ante el público, por su naturaleza provocativa ("nunca pierdo una oportunidad para tener relaciones sexuales o para aparecer en la televisión"), por su brillo en la vida social, por su poderosa inteligencia crítica, Gore Vidal, uno de los más grandes narradores norteamericanos contemporáneos, constantemente hacía recordar al extraordinario Oscar Wilde. Por fortuna, a diferencia de éste, que murió expatriado, solo y en la ruina económica, Vidal terminó sus días disfrutando de un enorme aprecio y reconocimiento tanto en su patria como en el extranjero.

Se dio a conocer entre los lectores a los 19 años, edad en la que publicó su primer libro. Y con el paso del tiempo, siempre de manera creciente, sobresalió como novelista, como comentarista literario, como cronista moral y político de los Estados Unidos.

Fue, particularmente en estos últimos años, uno de los más severos críticos de la vida política de su país. No vaciló en denunciar el régimen de George W. Bush y Dick Cheney como una junta militar, fruto de la privatización de la democracia a manos de las grandes corporaciones financieras. ("Podemos, sin temor a equivocarnos, culpar a ciertos traficantes de petróleo y gas que secuestraron al gobierno desde la presidencia hasta el Congreso y de ahí, en forma por demás ominosa, al aparato judicial.")

Vidal, que toda su vida estuvo a favor de los demócratas, consideraba la imposición del gobierno republicano de George Bush hijo como el fin de la república norteamericana, y no se explicaba por qué Al Gore ("mi primo, sí, aunque no es algo de lo que ande presumiendo por las calles") no había exigido el recuento total de la votación en el estado de Florida, dato que resultó decisivo para el ascenso de Bush hijo a la presidencia. ("Los Gore hemos sido belicosos siempre. Yo siento que fui destinado para la lucha.")

Y vaya que Gore Vidal sabía desde niño de la vida política de su país. La deficiente vista de su abuelo, el senador demócrata Thomas Gore, lo obligaba, a los ocho años de edad, a leerle obras sobre ley constitucional lo mismo que los registros de las sesiones en el senado. Y libros de historia. Su interés por la historia se remontaba a esa época.

Por esa conciencia de la historia le escandalizaba la desinformación o franca ignorancia de la mayoría de sus compatriotas. "Vivimos en los Estados Unidos de Amnesia", solía decir. Pero varias veces comentó que...

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