De gira con Luzbel

AutorSamuel Máynez Champion

Vengan santos milagreros, vengan raudos en mi ayuda, que la pluma se me anuda, y se me nubla la vista. Suplico que alguien me asista, en una ocasión tan cruda... No, suena mejor con ruda. Así. En una ocasión tan ruda, aunque yo usaría una cadencia rota sobre la última sílaba para crear sorpresa. Todos esperan la tónica para cerrar la copla y lo que queremos es asombrar a los presentes. Con un acorde de sexto grado lo logramos, bueno, lo lográs vos esforzado poeta. Ya noté que convocas a los santos cuando, en realidad, no es la pluma lo que se te atora, sino el entendimiento. Querés forjar un canto que labre tu gloria y te arredras de confesar la proceden... Che, perdoname, surgen vibraciones de otro sitio.

A éste podemos dejarlo dormido que tiene el ego bien dispuesto; cuando se despabile se pondrá a cantar al compás de la vihuela: Que al hombre que lo desvela una pena estrordinaria (sic), con el cantarse consuela. Algo de valía conseguirá.(1) Veamos de qué se trata ahora... ¡Uy, no! ¡Qué flojera! Otro drogadicto que insiste en que hará fortuna con su guitarra eléctrica. Nomás que se le pasó la mano. Se puso a bailar desnudo después de la cocaína, celebrando la falaz ocurrencia. ¡Fucking idiot! En su ignorancia arribó al intervalo de cuarta aumentada creyendo que era él quien descubría la puerta para convocar al demonio.(2) Cierto es que su vida es infernal, empero, no le da derecho a sentirse músico, y menos a engatusar con la vileza de sus alaridos a tanto joven descarriado. ¡Cómo va a tener uno ganas de ayudarlo si lo que pretende vender no es música! Y admite con cinismo que el público paga por aturdirse y que con el cariz "diabólico" de sus piezas se hará rico. Mañana su delirio se trocará en un accidente que le rebane un par de dedos. Tendrá que ponerse a estudiar como un concertista serio. ¡Que le cueste trabajo al infeliz, porque habrá de volverse famoso!(3)

Me he cansado de predicarlo, mas estas nuevas generaciones funden su estulticia en la descomposición del gusto auditivo. Para que una obra merezca ser escuchada debe tener originalidad rítmica, innovación armónica, solidez estructural y variedad melódica. Lo demás son engaños que deben vetarse de los escena..Re mi re, mi fásol... ¿Qué tenemos aquí? Umm... Interesante. Un violinista que se recluye en un monasterio para estudiar a conciencia y, nada menos que en los feudos del santurrón de Asís... Vaya, vaya. A juzgar por sus callos ha trabajado con tesón y su sueño es profundo...

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