Georges Braque, ayer y hoy, por siempre

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS, Francia.- En el crepúsculo de su vida Geor-ges Braque confió a su amigo Georges Vernet: "En mis obras de hoy me encuentro con un conocido de años: el Braque de antes.Tracé mi surco y avancé con lentitud en la misma búsqueda... Una línea de continuidad... Sin duda hubo rupturas. Cuando me arriesgué lo hice tomando mis precauciones. Pero la búsqueda no excluye la renovación. La expresión de una misma sensibilidad exploradora, de una misma tenacidad es en realidad el lazo que une esa marina de hoy con las obras del periodo cubista. En mi pintura soy un terco, me obstino hasta encontrar el eco sordo de la cosa..."

A lo largo de casi cuatro meses, del 16 de septiembre de 2013 al pasado 6 de enero, el Grand Palais vibró con el eco poético y a menudo metafísico de las obras de Georges Braque.

Hacía cuarenta años que Francia no rendía homenaje al iniciador -junto con Pablo Picasso- de la revolución cubista. La última gran retrospectiva de la obra de Braque en París se realizó en 1973, una década después de la muerte del pintor, acaecida el 31 de agosto de 1963.

Resulta difícil entender ese largo olvido. Menos aún después de haber contemplado los cuadros, dibujos, grabados y esculturas -238 obras en total- reunidas por Brigitte Leal, curadora general de la muestra y que el artista realizó a lo largo de casi seis décadas

¿Fue la gloria mundial de Pablo Picasso y su tendencia a apropiarse de las ocurrencias de sus amigos pintores las que opacaron la fama postuma de Braque en su país de origen? Es lo que parecen pensar críticos e historiadores de arte.

Sea como sea, gracias a esta apasionante retrospectiva, que ocupó 12 salas y dos pisos del Grand Palais, poco más de 470 mil visitantes franceses y extranjeros pudieron descubrir o redescubrir a uno de los más grandes artistas del siglo XX, el incuestionable pionero del arte moderno.

Braque nació el 13 de mayo de 1882 en Ar-genteuil (alrededores de París) de una familia de artesanos con gustos artísticos. Su abuelo y su padre dirigieron una empresa de pintura decorativa. A éste, además, le gustaba pintar en sus ratos libres y varias de sus obras fueron expuestas en el afamado Salón des Artistes Francais.

En 1890 la familia se mudó a Norman-día. Poco atraído por los estudios, Braque dejó el colegio antes de entrar al bachillerato y siguió las huellas paternas familiarizándose con la pintura decorativa. En 1900 se fue a vivir a París para perfeccionarse en el oficio. El recuerdo de estos años de aprendizaje y del manejo de materiales decorativos resurgió a principios de los años 1910, cuando el joven pintor, ansioso de romper con el academicismo y de repensar la representación del espacio y de los objetos, tomó la muy atrevida iniciativa de integrar papel tapiz en sus pinturas.

Apenas cumplidos los 20 años Braque renunció a suceder a su padre en la empresa familiar y se dedicó exclusivamente a la pintura. Se instaló en Montmartre en 1902, frecuentó la bohemia, siguió clases de pintura en la Academia Humbert, se enamoró de su condiscípula Marie Lau-rencin y tejió lazos de amistad con Francis Picabia, otro condiscípulo. Se interesó brevemente en el impresionismo, pintó algunas telas en ese estilo y las rompió todas.

En 1904 visitó el Salón de Otoño y pasó horas en la sala asignada a Paul Cézanne contemplando uno por uno los 31 cuadros del maestro. Un año más tarde descubrió las telas de Henri Matisse, André Derain, Maurice Vlaminck y Albert Marquet. Lo deslumhraron. Ese primer contacto con los pintores fauvistas fue una experiencia determinante. Le fascinaron su libertad en el uso del color puro y su manera tan iconoclasta de "definir el objeto, indicar el espacio y recrear la luz".

En una entrevista con Dora Vallier publicada en octubre de 1954 en Cahiers d'Art, Braque recordó:

"La pintura fauvista me impresionó por novedosa y eso me convenía. Era una pintura muy entusiasta y convenía a mi edad, tenía 23 años. No me gustaba el romanticismo, en cambio esa pintura física me atrajo."

Entre 1906 y 1907 Braque pasó cuatro temporadas en el pequeño municipio de La Ciotat y en l'Estaque, un barrio de Marsella, ambos ubicados a la orilla del mar Mediterráneo. Pintó sin descanso, casi con febrilidad paisajes desbordantes de colores experimentando al mismo tiempo nuevos enfoques del espacio. Expuso algunos cuadros en París, otros en Le Havre. Tuvieron éxito y se vendieron. Años más tarde Braque destruyó muchas obras de su "época fauvista". Pero...

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