Geografías del recuerdo: memoria, literatura y exilio

AutorMónica Quijano Velasco
CargoDoctora en Letras Francesas por la Universidad de París 8 y Licenciada en Letras Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) de la UNAM. Profesora del Colegio de Letras Hispánicas de la FFYL-UNAM
Páginas37-61
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Andamios
GEOGRAFÍAS DEL RECUERDO: MEMORIA, LITERATURA Y EXILIO
Mónica Quijano Velasco*
RESUMEN: :
: :
: En los últimos treinta años se ha ido consolidando una
cultura de la memoria que aparece en múltiples manifestaciones
artísticas, políticas y sociales. El surgimiento de memorias par-
ticulares, dispersas, disgregadas y en conflicto (que ponen en
cuestión los fundamentos de los proyectos nacionales) es uno de
losntomas de esta transformación de las sociedades en relación
con la experiencia de la temporalidad. En la práctica literaria,
esta transformación ha producido un tipo de literatura que trabaja
con el pasado para recuperar memorias particulares. Es bajo es-
ta óptica que propongo el análisis de Las genealoas de Margo
Glantz y Los rojos de ultramar de Jordi Soler.
PALABRAS CLAVE:
Memoria, exilio, literatura, Glantz, Soler.
No hay testimonio sin experiencia,
pero tampoco hay experiencia sin narración:
el lenguaje libera lo mudo de la experiencia,
la redime de su inmediatez o de su olvido
y la convierte en lo comunicable
es decir, lo con.
BEATRIZ SARLO
En las últimas décadas, las sociedades occidentales han sufrido un
cambio con respecto a su relación con la experiencia de la temporalidad
que se ha explicado como síntoma de una crisis del régimen moderno.
Esta nueva manera de relacionarse con el tiempo fue descrita por An-
dreas Huyssen como una “cultura de la memoria
debido al incremento,
* Doctora en Letras Francesas por la Universidad de Pas 8 y Licenciada en Letras Hispánicas
por la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) de la UNAM. Profesora del Colegio de Letras His-
nicas de la FFYL-UNAM. Correo electrónico: moquijano@gmail.com
Volumen 8, número 15, enero-abril, 2011, pp. 37-61
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MÓNICA QUIJANO VELASCO
tanto en el espacio público como en el ámbito privado, de un intes
casi obsesivo por la recuperación del pasado con el fin de paliar la
ansiedad de un futuro que ha dejado de ser prometedor, para presentarse,
algunas veces como incierto y, muchass, como amenazante. Se
trataa por lo tanto de un cambio estructural en las maneras de vivir y
percibir la temporalidad, maneras que contrastan con el imaginario
dominante del siglo XX, rodeado de futuros utópicos, liberación y eman-
cipación (Huyssen, 2003: 148). Esta cultura global o trasnacional de
la memoria implica una emergencia generalizada de ciertas preo-
cupaciones sobre el pasado y sus codificaciones en los discursos
políticos, sociales, legales y culturales contemporáneos. Pensemos, por
ejemplo, en el auge de operaciones para proteger el patrimonio y la
restauración de los centros históricos, las múltiples conmemoraciones
que se organizan por doquier, las películas y series televisivas con
temas históricos, las leyes memoriales, la escritura de memorias y
confesiones, por poner sólo algunos ejemplos. Ahora bien, una de las
principales implicaciones que esta ola memorial ha tenido en el interior
de los órdenes nacionales ha sido la recuperación de ciertas memorias
marginadas (y plurales) que se levantan frente a la memoria única y
homogeneizadora con la que se había organizado la identidad y la me-
moria de la nación (Nora, 1984;
Hartog, 2003).1
Dentro de estas manifestaciones, la práctica literaria contemporánea
ha presentado por lo menos dos formas de relacionarse, representar y
cuestionar el pasado: por un lado, una amplia producción de novelas
históricas cuyo objetivo es debatir y criticar las historias oficiales que
hasta mediados del siglo pasado habían ayudado a consolidar la me-
moria nacional. Estas prácticas han sido ampliamente estudiadas como
conjunto e incluso como fenómeno literario global, dentro del cual se
ha discutido incluso su nomenclatura.2 Por otro lado, tenemos la apa-
rición de narraciones literarias que trabajan con el pasado, ya no a
1 Esta recuperación y legitimación de memorias plurales puede verse claramente en
xico en el paso de la descripción de la identidad nacional bajo la noción de mestizaje,
a la practicada desde el concepto de multiculturalidad.
2 Así, por ejemplo, Symour Menton (1993) y Fernando Aínsa (1991) denominan a este
conjunto de prácticas “nueva novela histórica” (1993) y María Cristina Pons (1996) pre-
fiere nombrarla “novela histórica de fines del siglo XX.

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