Genética y política

AutorHéctor Tajonar

¿Qué tipo de gobernante es o quisiera ser Enrique Peña Nieto? Él ha dicho que aspira a una Presidencia democrática y ya ha dado pasos importantes en esa dirección. Sin embargo el gen autoritario priista nos hace temer la posibilidad de una regresión. También hay señales que pudieran conducir a esa indeseable ruta. La alternativa está abierta, estamos frente a un dilema que habrá de resolverse a lo largo del presente gobierno; de su desenlace dependen el futuro de México, el del partido en el gobierno y el legado del actual mandatario.

La política no debe reducirse a la genética. El hecho de que Peña Nieto haya reafirmado el liderazgo dentro de su partido no significa necesariamente un intento por reinstaurar el presidencialismo autoritario. En las democracias avanzadas el control del Ejecutivo sobre su propio partido es condición de go-bernabilidad, trátese de regímenes presidencialistas, como el de Estados Unidos; semipresidencialistas, como en Francia; o parlamentarios, como en la Gran Bretaña. Para ejercer el poder hay que tenerlo, y para ello el apoyo del propio partido es indispensable. Una presidencia débil no significa que sea democrática, como pudimos comprobarlo durante las administraciones de Fox y Calderón.

Ante el fracaso de las presidencias panistas la opción razonable no es volver a una autocracia electiva. Por interés propio y del país el gobierno priista debe evitar a toda costa caer en la tentación autoritaria y cancelar cualquier intento por revivir un salinato con copete -a pesar de las analogías que pudieran existir entre ambos inicios de gobierno-, a menos que se aspire al sangriento caos en que culminó ese aciago sexenio.

Maquiavelo recomendaba al príncipe la conveniencia de ser temido, incluso por encima de la posibilidad de ser amado por sus subditos. Con el operativo Elba el presidente Peña logró introducir el miedito necesario para que líderes sindicales, gobernadores, funcionarios e incluso los grandes empresarios sean conscientes de su propia vulnerabilidad y actúen en consecuencia. Mediante ese acto de fuerza el presidente logró reafirmar su poder. Ahora es tiempo de ser congruente en la aplicación de la ley contra otros epítomes de corrupción patente y ofensiva. Sería una forma de fortalecer la autoridad presidencial.

El Pacto por México fue una estupenda decisión política y hasta ahora ha dado buenos resultados. En sólo tres meses hemos pasado de la polarización al consenso. Ello representa un avance...

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