Juan García de Quevedo / País pobre con partidos ricos

AutorJuan García de Quevedo

Para David Villanueva Lomelí

De hecho existe una rebelión de los intelectuales contra los partidos y sus políticos. El voto nulo era una exigencia de ese desencuentro entre el hombre culto y muy culto y la acción práctica y discursiva de los partidos. Esto sucede entre otras razones porque la alta intelectualidad en nuestro país duda de o niega los razonamientos y prácticas sociales y morales de los partidos.

Sin embargo hay otra forma de interpretar ese repudio casi instintivo de los intelectuales a los partidos: muchas veces, quizá las más, los partidos rechazan las propuestas de los intelectuales. Lo curioso de esta relación entre partidos e intelectuales es que los segundos siempre tienen como tema de su agenda a los partidos y los partidos no los toman en serio.

Con todo, una especie de prejuicio hace que el intelectual marque siempre una gran distancia de los partidos. Posiblemente un temor a una contaminación moral, una incapacidad absoluta e instintiva de aceptar el rigor de la disciplina, la imposibilidad de influir en los grupos políticos totalmente burocratizados y algo que me parece un despropósito, la pérdida de ciudadanía y libertad.

En los hechos, lo cierto es que los intelectuales deben enfrentar la votación mayoritaria y aún teniendo razón, la razón de las mayorías es lo que marca la verdad partidista. Para muchos de ellos, la verdad no debe ponerse nunca a discusión y su orgullo o código moral los obliga a no aceptar situaciones inaceptables. Por otra parte, la jerarquía política exige años y años de entrenamiento político, mientras que las grandes argumentaciones exigen años y años pero de estudio.

Lo cierto es que muchos intelectuales han estado presentes en los partidos como fundadores o como miembros. Muchas veces, al conocer a un intelectual con partido, su voz pierde autoridad ante la sociedad porque se deduce que la argumentación trae consigo la consigna partidista. Esto quedó muy marcado en los años en que el marxismo estaba más que instalado en Europa y la mayoría de los intelectuales coincidían con esta ideología. Después vendrían los años de decepción y desencanto del socialismo realmente existente y del marxismo...

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