Gaceta del Charro / Crónica de la perdición

AutorGermán Dehesa

Suena fuerte la expresión. Lo es. Máxime si se toma en cuenta mi jamás negada filiación marista concentrada y almacenada en barricas maternas. Desde pequeño, la palabra "perdición" tiene para mí ecos del Apocalipsis y tufos de canino pellejo putrefacto. No sé cuántas veces, pero muchas, mi madre acompañada por el coro de mis tías me miraban con intensidad de berbiquí y con voz de plañideras greco-jaliscienses me decían: recuérdalo, estás en este mundo para obtener la salvación de tu alma (objetivo que ellas encontraban dudosísimo en mi caso) y evitar a toda costa tu perdición. Nada peor te podría pasar. Más de medio siglo acompaña a estas palabras y, que yo recuerde, jamás su Charro Negro se sintió ni siquiera cerca de esta muerte moral que es la perdición. Digo todas estas cosas, porque ahora vengo de haber vivido la experiencia de la perdición de cuerpo y de alma. Les voy a contar.

Todo comenzó en los toros. Esto que digo no le resta un ápice al agradecimiento que siento por haber sido invitado a la Apertura de la Temporada Grande. En dado caso, yo sería el motivo de mi enojo. Acababa de cursar una neumonía leve y nomás de caliente decidí darme de alta, ¡bañarme! (contraviniendo a una tía mía que decía: mira, mijito: es mil veces mejor que digan "ahí va el puerco que ahí va el cuerpo"), vestir vaporosas galas veraniegas y enderezar mi camino rumbo al taurino coso. Así lo hice y así me fue. En esa espiral descendente que es la Plaza México cualquier suave viento que se pasee por las alturas es absorbido y desciende rugiente por gradas y tendidos llevándose todo a su paso, muy principalmente la salud de los babosos que no se enteran ni a qué horas les cayó encima la desgracia.

Todavía pasaron dos días y aunque yo ya notaba cierto malestar físico y ciertos tropiezos intelectuales, pensé (si eso es pensar) que se trataba de un leve cansancio que era el que me hacía declarar que el Chimborazo estaba en Suiza.

Así llegamos al viernes negro. Yo no sé nada, no recuerdo nada, pero mi hijo me cuenta que me vino a encontrar recostado en mi cama en posición fetal, sin...

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