Gabriel Guerra Castellanos/ El informe de Fox y la política exterior

AutorGabriel Guerra Castellanos

No sería nada difícil que la política exterior se perdiera en medio del debate acerca de las reformas fiscal y energética; la más acotada reforma eléctrica; el asunto indígena;, la pobreza y sus nuevos números; la relación -o falta de ella- con los partidos y el Congreso; la revisión o no del pasado; la en ocasiones nebulosa transparencia; el aeropuerto demorado y tantos otros asuntos que por una u otra razón se han quedado en el tintero en estos primeros 21 meses.

Sería una pena que eso suceda, pues hoy como nunca es importante definir hacia dónde va la política exterior mexicana, si responde o no al nuevo y cada vez más complicado entorno internacional, si verdaderamente avanza el interés y la seguridad nacionales, y si refleja realmente los actuales sentimientos de la nación.

La gran pregunta tiene que ver con el papel que México debe asumir en el así llamado nuevo orden internacional. Por su dimensión económica, por su situación geográfica, por su historia y tradición pero también por su nueva condición de país plenamente democrático, a México le corresponde un papel importante y visible y, por lo tanto, necesitado de discusiones y acuerdos.

No podemos ya escudarnos como antaño en los principios de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos para apartarnos de asuntos espinosos, ni podemos tampoco irnos por la igualmente fácil vía de la confrontación verbal y la condena al imperio o a quien osara amenazar nuestra no siempre impoluta soberanía.

Sin duda, el tema toral es el que se refiere a nuestra relación con los Estados Unidos, no sólo en nuestra condición de potencia intermedia -si es que eso es lo que queremos ser- sino principalmente en nuestra siempre difícil y delicada vecindad.

La relación entre México y Estados Unidos se puede resumir en una cita de alguien a quien no acostumbro recurrir, y que se le atribuye a Elliot Abrams (aquel del Irán-Contra y de los ataques a Contadora): "Estados Unidos y la Unión Soviética -decíase en los 80- tienen la capacidad mutua de aniquilarse. Por su parte, México y Estados Unidos tienen la capacidad mutua de irritarse..." Así, debemos hoy decidir qué tipo de vecino queremos tener, y cuál queremos nosotros ser. Aliado incondicional, contrapeso regional, objetor de conciencia, compañero de viaje, socio comercial y político, vecino a modo o vecino incómodo, esas son apenas algunas de las opciones que se nos presentan.

La relación con Washington tenía que redefinirse hace ya mucho...

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