El futuro de los "dreamers", en manos del Congreso

AutorLourdes Cárdenas

LAS CRUCES, NUEVO MÉXICO.- En la mente de Sergio Baray no hay lugar para la autocompasión. El joven de 22 años está enfocado no sólo en terminar sus estudios universitarios, sino también en diseñar un plan de emergencia que le permita a su familia hacer frente a una eventual deportación.

Es el peor de los escenarios posibles, pero Baray está consciente de que podría suceder. Sus padres son indocumentados y él está bajo la protección del programa de Acción Diferida para Quienes Llegaron desde la Infancia (DACA), que fue cancelado la semana pasada por el presidente Do-nald Trump.

"Ahora casi sólo pienso en terminar la escuela. Tengo un año y medio para graduarme y alcanzo a renovar mi permiso dos años más", dice Baray, quien estudia ciencias de la computación en la Universidad Estatal de Nuevo México. "Mis padres están muy angustiados por lo que nos espera".

Baray llegó a Estados Unidos en 1999, cuando tenía cuatro años. Su madre cruzó la frontera desde Cuauhtémoc, Chihuahua, para reunirse con su esposo, quien había emigrado cinco años antes con la idea de forjar un mejor futuro para su familia. Sus dos hermanos, de 13 y 17 años, son ciudadanos estadunidenses.

La familia se estableció en Santa Fe y poco a poco logró salir adelante. Después de 11 años de trabajo con el mismo patrón, su padre logró comprar un restaurante y convertirlo en un negocio exitoso. Además, tienen una pequeña cafetería en un centro recreativo.

"Mis padres han trabajado muy duro y tienen miedo, pero su esperanza es que hemos contribuido a la economía, hemos pagado impuestos y no tenemos antecedentes criminales", dice el joven.

Baray siempre supo que era indocumentado. Recuerda que de pequeño escuchaba en la radio sobre las "redadas de limones", la manera en que se avisaba a la comunidad sobre redadas de la Patrulla Fronteriza. Desde pequeño supo también que ese estatus le impedía viajar y hacer cosas que otros niños de su edad podían hacer sin problema.

Por eso cuando el DACA entró en vigor, en 2012, no dudó en presentar su solicitud. Tener una identificación oficial y un número de seguridad social le dio una libertad que no había conocido antes. Pudo trabajar y andar en la calle sin miedo, sin esconderse; mejoró su ingreso y ganó autonomía de sus padres. El DACA le dio certezas en la vida.

Desde entonces ha renovado su permiso dos veces y está listo para renovarlo por tercera y quizás última. "Sería muy triste que me deportaran antes de terminar la escuela... ¿De qué...

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