En flagrancia / La verdadera cara de la 'cultura' cívica

AutorGustavo Fondevila

La Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México fue publicada en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 31 de mayo de 2004 durante el Gobierno local de Andrés Manuel López Obrador. La Asamblea Legislativa había aprobado poco antes un texto que intentaba ordenar la convivencia en las calles de la urbe. La implementación comenzó fuerte con el Gobierno de Marcelo Ebrard y una parte de la vida de la Ciudad cambió para siempre.

La ley parecía venir a cumplir un viejo sueño de las clases medias del entonces Distrito Federal: limpieza, pulcritud y movimiento. Y la Policía no faltó a la cita para implementar un instrumento administrativo que parecía tener un sólo destino, limpiar las calles. Y aunque no logró su cometido (por ejemplo, despejar las principales arterias del ambulantaje), le dio a la Policía una facultad enorme para criminalizar la pobreza.

Costos sociales del poder administrativo.

Y lo hizo. Por ejemplo, desde septiembre del año pasado hasta septiembre del 2002, se detuvieron a 94 mil 130 infractores de la Ley de Cultura Cívica que fueron presentados antes un juez administrativo (Portal de datos abiertos de la CDMX).

De estas -aproximadamente- 100 mil personas presentadas, sólo un poco menos de la mitad (40 mil 022) dejaron registro de su ocupación al momento de la intervención policial. Y adivine: más de la mitad son ambulantes (52 por ciento), seguidos de obreros (30 por ciento), desempleados (14 por ciento) y estudiantes (4 por ciento) -leyó bien.

Más allá de la finalidad de la ley (aceptable o no), no debería existir ninguna legislación de ordenamiento de las calles, cuyo policiamiento tenga por objeto la gente más pobre de la Ciudad, los que no tienen trabajo, los obreros (básicamente pintores y albañiles) y los estudiantes.

Esta composición sociodemográfica de los infractores revela la injusticia misma de la ley, lo equivocado de ese policiamiento y lo inútil de reemplazar políticas públicas por persecución policial. Esta ley es una lección en sí misma, porque no ha solucionado el problema: no ha erradicado las mafias, ni ordenado a los vendedores callejeros, pero todos los días, le mete multas o manda a celdas temporales a los más pobres.

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