La fiesta en Paz

AutorLeonardo Páez

Los presentes de la poesía, sus regalos al espíritu de cuantos se aproximan a ella, son incontables, incluido su obsequio fundamental: señales al corazón y a la inteligencia, a la necesidad imperiosa de desaprender lo impuesto, lo aprendido e inculcado, para aprender a habituarnos al gozo, ese destino escamoteado de la humanidad.

Si un escritor mexicano contemporáneo le hizo verdadera falta a la tauromaquia, ese fue Octavio Paz, no obstante haber afirmado alguna vez que "la sociedad se paraliza si deja de ser autocrítica". Su enciclopedismo entusiasta, su erudición encantadora y su verbo elegante y agudo no dedicaron ensayo, articuló,-arj gumentación o entrevista al fenómeno taurino de su tiempo. Si acaso breves alusiones en algún verso (Muge el toro sansón, herido y solo/ por los sinfines de la noche en ruinas...) o en la prosa poética de ¿Águila o sol? (Te prometo una tarde de toros y una cornada y una ouación... Soy una capa donde embisto, capas ilusorias que tienden toreros enlutados. 'Don Tancredo' se yergue en el centro, relámpago de yeso. Lo ataco, mas cuando estoy a punto de derribarlo siempre hay alguien que llega al quite. Embisto de nueuo, jigo la rechifla de mis labios inmensos, que jSocupan todos los tendidos. Ah, nunca acabo de Amatar al toro, nunca acabo de ser arrastrado I por esas muías tristes que dan uueltas y uuel-tas al ruedo, bajo el ala fría de ese silbido que decapita la tarde como una navaja inexorable.) o su perspicaz cuanto lejana frase: El toreo es poesía en movimiento.

No, no se requería que Paz hubiese sido aficionado como Villaurrutia y Pelli-cer, como Solana, Huerta o Chumacera, entre otros; se necesitaba -la salud de la fiesta de toros de México lo necesitaba-que su genio literario y su cultura vastísima se hubieran aproximado al tema en alguna de sus numerosas obras críticas o en las revistas que dirigió. Tema obligado por lo demás, ya que las obsesiones pacia-nas por lo local y lo universal, por México y España, por la creación y la expresión, los lenguajes del arte, la estética, el amor y la política, la inteligencia y la libertad, lo individual y lo social, lejos de proscribir lo taurino obligaban a incluirlo, ya fuera para impugnarlo o para ponderarlo, pero en todo caso para ser objeto del análisis inteligente y multidisciplinario que supo imprimir a su obra ensayística. Sin embargo, la tradición taurina de su país fue una de las realidades culturales que, por extrañas razones, apenas atraparon la...

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