Felipe Díaz Garza/ Vota por Santo Clos

AutorFelipe Díaz Garza

No veo nada malo en que los diputados tengan prestaciones laborales, mientras éstas se otorguen indiscriminadamente a todos por igual y no comprometan su voto en la Cámara. Los diputados son trabajadores, como usted y como yo, aunque su contratación haya sido concursada en una elección popular. Por lo tanto deben ser pagados y compensados en la misma forma que somos pagados y compensados usted y yo. Al escribirle de esto tengo en mente a los diputados del Estado de México, que, de acuerdo con un reporte de este periódico, cuentan con una asignación de 200 mil pesos, para cada uno, para que adquieran un automóvil propio. Insisto en la justicia y legalidad de las prestaciones normales que, de acuerdo y en proporción con la capacidad económica de las organizaciones respectivas, reciban los trabajadores y los diputados lo son. Debemos recordar, además, que la condición temporal del empleo de un legislador no permite que reciba prestaciones mayores, como apoyos para vivienda, fondos para el retiro ni, mucho menos, reparto de utilidades, pues éstas no existen como tales en el servicio público eventual. Así pues, debemos pagarles bien y prestarles mejor, a cambio, eso sí, de que hagan su trabajo bien y le rindan utilidades sociales a la República. Pero lo que está perfectamente mal es que los diputados, los del Estado de México y los de cualquier otro estado de la República, dispongan de presupuestos millonarios para utilizarlos discrecionalmente bajo el muy abstracto rubro de "obras en sus distritos". El mismo reportaje que le refiero líneas arriba hace saber que cada uno de los diputados mexiquenses ejerce un presupuesto de tres millones de pesos al año, que se utilizan en materiales de construcción, atención médica, becas, juguetes, despensas, computadoras y equipos de sonido, que cada legislador reparte, como si fuera un Santo Clos republicano, entre sus electores distritales, en el mejor de los casos, o entre sus proveedores personales, en el peor. Le escribo que estas atribuciones presupuestales de los diputados están mal, por dos razones principales, no las únicas. La primera de ellas es que los legisladores deben legislar y vigilar al poder ejecutivo, no sustituir a éste ni complementarlo como obreros o promotores sociales. El trabajo del diputado está en la curul de la Cámara. Su contacto con el pueblo debe ser para pedirles a los ciudadanos su voto o consultarlos antes de levantar la mano en la votación legislativa. El otro contacto...

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