Felipe Díaz Garza/ La paloma y el gorrión

AutorFelipe Díaz Garza

La Policía municipal de Escobedo capturó anteayer y mantuvo presas durante nueve horas a nueve personas que realizaban prácticas rituales en un terreno baldío localizado en un área despoblada de ese municipio. Los detenidos, todos ellos ciudadanos mexicanos mayores de edad, fueron denunciados a las autoridades por vecinos mirones de dos colonias cercanas, que espiaban al grupo religioso desde hace varias semanas.

Realmente es injustificable que se haya atendido la denuncia y todavía más injustificables son la detención y el confinamiento de estos practicantes religiosos, aunque los voyeristas que hicieron la denuncia hayan dicho en su inocente ignorancia que se trataba de culto satánico, pues aunque lo fuera el culto al Demonio, o a cualquier otra expresión religiosa, no sólo no está prohibido, sino todo lo contrario, pues la libertad de culto es una garantía de los mexicanos inscrita en la Constitución, que la establece irrestrictamente.

De la información disponible sobre el operativo llevado a cabo con singular efectividad por la policía escobedense no es posible derivar si los creyentes invocaban al Maligno o al Benigno, pero el caso es que sus prácticas tenían por objeto pedir a un poder espiritual superior a ellos que los librara de los males que padecen, pues los arrestados eran enfermos tocados por algún mal ante el que la ciencia médica había sido incapaz.

Los padecientes eran guiados por una santera o sacerdotisa, igual que se hace en todas las religiones desde los tiempos más remotos, antes incluso de que Jesucristo fuera conceptualizado como Dios Hijo. Moisés era, digámoslo así, un santero que conducía a su pueblo de regreso a su tierra y hasta habló directamente con el Altísimo, conversación que produjo la ley mosaica, conocida popularmente, gracias a Charlton Heston, como "Los Diez Mandamientos".

Y ni modo que me digan que Moisés era brujo, curandero o que practicaba ritos satánicos cuando se subió al cerro solo a hablar por línea directa con Dios o cuando le pidió a éste que le apartara las aguas del mar, para que él y los suyos escaparan de las espadas egipcias sin ahogarse, como fatalmente les pasó a los egipcios quienes, ya en aquel tiempo, no sabían nadar.

Vamos, el objetivo del culto de los escobedenses capturados y encarcelados no era diferente al de los que van a bailar a Chalma o al de los que, con matachines danzantes por delante, van a la basílica de Guadalupe a pedir gracias necesitadas o a dar gracias por gracias...

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