Felipe Díaz Garza / ¿No le molesta que fume?

AutorFelipe Díaz Garza

La filosofía detrás de los impuestos especiales al cigarro debe ser la de desalentar su fabricación y su compra. El Estado debería, además, aplicar los recursos provenientes de esos impuestos a combatir la causa de lo causado, así como a la reparación de los daños individuales y colectivos que esas actividades, lamentablemente legales y socialmente aceptadas, causan al país.

Le escribí así en diciembre pasado porque en esos días se debatía un impuesto especial a la compra de cigarros, como un medio de contrarrestar la disminución de recursos asestada al presidente Fox por el rechazo legislativo a su reforma hacendaria. Por más problemas de caja que el país tuviera, pensé, no debíamos fincar la salud financiera del gobierno en la enfermedad de la sociedad.

El doctor Rafael Camacho Solís, vocal del Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic), me informó entonces que el impuesto mencionado fue el resultado de una corrección que la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados hizo a una proposición fiscal elaborada por la propia Secretaría de Hacienda y el Conadic. En el original de esa propuesta se contemplaba gravar gradualmente a la alza la compra de cigarros, empezando por cuatro pesos por cajetilla en el 2004, siguiendo con siete pesos en el 2005, llegando a diez pesos en el 2006. El cobro hubiera sido por cajetilla, independientemente de su precio, su tamaño o su origen.

Pero los diputados cambiaron las cosas y convirtieron el "Impuesto a los productos del tabaco por los efectos nocivos a la salud que causan" de 10 pesos por cajetilla para el 2006 en un impuesto, amarrado al IEPS (Impuesto especial sobre productos y servicios), del 20 por ciento sobre el precio neto para el 2004, con lo que el impacto económico estimado para el primer año de aplicación, con sólo cuatro pesos del primer impuesto por cajetilla, se reduciría a la mitad y se perdería el efecto de desalentar el cambio de las marcas caras a las baratas, que hubiera tenido la propuesta original, con lo que el Conadic esperaba disminuir el consumo de cigarros entre los pobres.

Por supuesto que el impuesto especial agresivo, propuesto por el Conadic y pacificado por los diputados, para conveniencia de las tabacaleras, hubiera ayudado obligadamente al Estado a soportar el gasto de los 29 mil millones de pesos que cuesta la atención de los problemas de salud asociados al consumo del tabaco y la exposición al humo que producen los 2 mil 880 millones de cajetillas de cigarros...

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