Un faro de libertad

AutorJesús Cantú

La llegada de Julio Scherer García a la dirección de Excélsior en agosto de 1968, justo durante el movimiento estudiantil que ese año cimbró a México y el mundo, detonó una profunda transformación del rotativo, lo que incomodó a los mandatarios en turno. El presidente Luis Echeverría Álvarez no fue capaz de tolerar la independencia del periódico e implemento varias estrategias para someterlo.

Entre ellas destacan, por el impacto que provocaron en las finanzas de la cooperativa y la desestabilización que provocaron: la promoción de un boicot publicitario de los principales empresarios nacionales, así como la invasión de los terrenos que la cooperativa había adquirido en el fraccionamiento Paseos de Taxqueña, en la Ciudad de México, para dotar de vivienda a sus socios.

En el primero de los casos, la dirección se vio obligada a recurrir al apoyo gubernamental para evitar la quiebra y, en la lógica presidencial, eso era suficiente para someter al medio. Como no logró su objetivo, pues el diario mantuvo su línea crítica, implemento la segunda. De la primera estrategia tuve conocimiento hasta que fue divulgada por el mismo Scherer García en uno de sus libros; la segunda, especialmente en su última fase, la conocí en tiempo real (hasta donde fuese posible dicha expresión para la velocidad que permitían las comunicaciones en esa época).

En esa época mi padre, Rogelio Cantú Gómez, era director de El Porvenir de Monterrey y presidía la Asociación de Editores de los Estados (que en ese entonces agrupaba a cinco periódicos líderes en sus respectivos estados y que ejercían la libertad de expresión en los márgenes tolerados por el régimen autoritario mexicano: El Dictamen de Veracruz, El Informador de Guadalajara, Diario de Yucatán, El Siglo de Torreón y, desde luego, El Porvenir) y, por lo mismo, mantenía una estrecha relación con Scherer García y, particularmente, el equipo que dirigía la agencia de noticias de ese diario, entre ellos Francisco Fe Álvarez y Hugo L. del Río.

Recuerdo con nitidez la narrativa de mi padre cuando, al concluir la ceremonia del Día de la Libertad de Prensa, el 7 de junio de 1976, Scherer García lo tomó del brazo y le pidió acompañarlo para abordar al presidente Echeverría con el propósito de comentarle las embestidas que ya sufría la dirección de Excélsior. También la llamada telefónica, al amanecer del día siguiente, para comentarle sobre la supresión del desplegado donde los periodistas del diario expresaban su respaldo a...

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