Cuando falla el sentido común

AutorPablo Giuliano

SAO PAULO, BRASIL.- Los policías y bomberos de la ciudad brasileña de Santa María miraban incrédulos una imagen más propia de una fosa común de alguna de las guerras mundiales o de un conflicto africano: Unos 150 cadáveres estaban amontonados dentro de los baños de la discoteca Kiss.

En el resto del local había muchos más. La cuenta de fallecidos fue de 236. La mayoría eran universitarios que se agolparon, se apretujaron y murieron asfixiados y pisoteados en la desesperación por buscar una salida de emergencia que no existía, cegados y sofocados por una nube tóxica que invadió en minutos sus pulmones.

En medio del horror del peor incendio de los últimos 50 años en Brasil, un concierto de alarmas digitales rompía el silencio de la escena: Cientos de celulares repiqueteaban al mismo tiempo en bolsillos y bolsas desparramadas.

Algunos policías contestaban las llamadas. "Llamé a mi hijo y un policía me atendió y me dijo que estaba muerto", cuenta Ana Paula Oliveira, madre de Pedro Oliveira Salla.

Michele Cardoso, estudiante de odontología, era fanática de su celular y de Facebook. Poco después de las 2:20 de la madrugada del domingo 27 le pidió ayuda al mundo virtual: "Incendio en Kiss. Socorro". Michele recibió respuestas inmediatas preguntando si estaba bien. Era muy tarde. Michele ya había muerto asfixiada buscando una salida, al lado de su hermana Clarisse.

Un coctel explosivo de serios errores e irregularidades estalló en forma de tragedia en la ciudad de casi 300 mil habitantes, 296 kilómetros al oeste de Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul.

Santa María es una ciudad pujante que vive del agro; es centro de inmigración y colonización europea, pero también es el más importante núcleo universitario de la zona de Brasil cercana a la frontera con Argentina y Uruguay. Allí funciona la Universidad Federal de Santa María, que recibe estudiantes del sur del país. La fiesta en la discoteca Kiss había sido organizada por alumnos de varios cursos a fin de reunir fondos para su graduación, una práctica común.

A las 2:20 en la discoteca había 900 personas. Según la policía su capacidad era para no más de 670. Tocaba la banda Guri-zada Fandangueira. Marcelo Santos, el cantante, hizo lo de siempre en sus conciertos: Alzó en la mano una bengala. Y como parte del espectáculo surgió del escenario la pirotecnia conocida como "lluvia de estrellas" cuando tocaban su quinto tema.

Santos y el asistente técnico de la banda, Luciano Bonilla...

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