Identidades y extranjerías. Divagaciones a partir de Zygmunt Bauman

AutorGilda Waldman M.
CargoLicenciada en Sociología, Universidad de Chile; maestra y doctora en Sociología, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (fcpys), unam. Profesora titular del Centro de Estudios Sociológicos de la fcpys de la unam.
Páginas49-70
Andamios 49
IDENTIDADES Y EXTRANJERÍAS. DIVAGACIONES A PARTIR DE
ZYGMUNT BAUMAN
Gilda Waldman M.*
RESUMEN: Este artículo pretende ref‌lexionar en torno a identidades
y extranjerías en la sociedad contemporánea tomando como eje
crucial la obra del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, y como
hilo conductor a uno de los personajes centrales de la novela
Austerlitz, de Winfried George Sebald. En concordancia con las
“af‌inidades electivas” entre Literatura y Sociología planteadas por
el propio Bauman, el texto plantea también otros problemas,
tales como el desarraigo, la movilidad y el viaje como metáforas
distintivas de nuestro tiempo.
PALABRAS CLAVE. Identidad, extranjería, viaje, pertenencia, hogar.
Escribía el novelista alemán W. G. Sebald en su novela Austerlitz:
[…] en la Central Station [de Amberes], en el vestíbulo
de escaleras de mármol y en el techo de acero y cristal de
las plataformas [se] reunía pasado y futuro […] en los lu-
gares elevados […] se mostraban, en orden jerárquico,
las divinidades del siglo XIX: la minería, la industria, el
trasporte, el comercio y el capital. En torno al vestíbulo
de entrada […] había a media altura escudos de piedra
con símbolos como gavillas de trigo, martillos cruzados,
ruedas aladas y otros análogos, en los que por cierto, el mo-
tivo heráldico de la colmena de abejas representa el
principio de la acumulación de capital […]. Y entre todos
* Licenciada en Sociología, Universidad de Chile; maestra y doctora en Sociología, Fa-
cultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPYS), UNAM. Profesora titular del Centro de Es-
tudios Sociológicos de la FCPYS de la UNAM. Correo electrónico: waldman99@yahoo.com
Volumen 8, número 16, mayo-agosto, 2011, pp. 49-70
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GILDA WALDMAN M.
esos símbolos… en el lugar más alto estaba el tiempo,
representado por aguja y esfera […]. El reloj, a unos veinte
metros sobre la escalera en cruz que unía el vestíbulo con
los andenes, único elemento barroco de todo el conjunto,
se encontraba exactamente donde, en el Panteón, como pro-
longación directa del portal, podía verse el retrato del
Emperador, en su calidad de gobernador de la nueva
omnipotencia. […] Des de e l punto c entr al q ue ocupa-
ba el mecanismo del reloj de le estación de Amberes se
podía vigilar los movimientos de todos los viajeros y, a la
inversa, todos los viajeros debían levantar la vista hacia el
reloj y ajustar sus actividades por él […] (Sebald, 2001: 15).
A su vez, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman escribía: “La modernidad
sólida planteaba que la duración eterna era el motor y el principio de
toda acción” (Bauman, 2002: 134); y agregaba: “Y ese orden debía ser
macizo, sólido, tallado en piedra o forjado en acero: pensado para durar.
Lo grande era hermoso, lo grande era racional; grande era sinónimo de
poder, ambición y coraje” (2002: 153).
La belleza nostálgica de la prosa literaria de Sebald al describir
una realidad modelada por las formas de la arquitectura, y que evoca
la memoria simbólica de una era moderna dirigida hacia el horizonte del
futuro —conf‌iada en asegurar la vida contra todo asalto del destino—
coincide notablemente con la metáfora del sociólogo Bauman para aludir
a aquella sociedad fuerte, homogénea, densa y compacta, de fronteras
rígidas y tiempos congelados en un afán de larga duración. Si se regresa
por un momento al narrador de la novela, es posible imaginarlo de
pie en la gran sala de la estación de trenes —con su magníf‌ica cúpula
de sesenta metros y su imponente escalera de mármol— contemplando
f‌ijamente el reloj que corona la fachada del edif‌icio, inaugurado en
1905 por órdenes del rey Leopoldo para mostrar al mundo la
capacidad monetaria del país, derivada de la colonización africana; y
ahora sedimentado como memoria de un pasado colectivo, histórico o
mítico. El reloj de la estación, manchado de hollín y humo de tabaco,
parece marcar una hora que es la de otro tiempo. Pero, a pesar de su
inexorable lentitud, ese reloj haría posible el presente, obligando a

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