El expediente Chavarría

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Líder del Congreso guerrerense, como presidente que era de la Comisión de Gobierno (en que a su vez figuraba en tanto que cabeza de la fracción perredista), Chavarría fue asesinado a las afueras de su domicilio en Chilpancingo, la mañana del 20 de agosto de 2009. Varios agresores le dispararon siete balazos que le arrebataron la vida inmediatamente. Hacía poco le había sido retirada la escolta de que suele dotarse a un representante de su posición.

Chavarría se encaminaba, según varios indicadores, a ser el candidato del PRD a la gubernatura de su estado natal. Si bien faltaba más de un año para que ese partido tomara la decisión que llevaría a su candidato a participar en la elección de enero de 2011, no se avizoraba en el horizonte político local ninguna figura capaz de disputarle la postulación. Culminaría con ella una carrera iniciada en sus años juveniles, como dirigente estudiantil, y que lo había conducido a las dos cámaras del Congreso federal. Derrotado por Zeferino Torreblanca en el proceso interno para escoger candidato del PRD en 2005, y no obstante la rudeza de la contienda, Chavarría se avino a ser secretario de Gobierno cuando Torreblanca puso fin a la hegemonía priista en Guerrero, sostenida no sólo con los medios tradicionales de burla al sufragio, sino mediante violencia que nunca fue castigada.

La relación entre Torreblanca y Chavarría era ambigua, oscilante, según convenía a los intereses de cada quien. Pero subyacía en ella una disparidad conceptual respecto de cómo debía obrar un gobierno de izquierda en una entidad como Guerrero, tan castigada por la pobreza y la represión. El gobernador, quien había llegado a la política electoral como dirigente empresarial en Acapulco, donde fue alcalde, era en realidad un conservador al estilo priista. Chavarría, en cambio, mantenía una vocación popular, acaso atenuada por las exigencias de la institucionalidad en que se adentraba.

El asesinato de su correligionario y rival pareció no importar a Torreblanca. No acudió a la escena del crimen, ni se presentó a ofrecer condolencias a la familia. Aun si hubiera sido rechazada su presencia en el ámbito privado, pudo apersonarse en el recinto legislativo donde se honró al legislador ultimado. Tampoco acudió a encabezar las primeras diligencias ministeriales el procurador Eduardo Murueta, caracterizado por la negligencia de su desempeño, notoria por el abandono en que mantuvo las averiguaciones de líderes políticos y defensores de...

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