Expectativas racionales y estabilización

AutorHugo J. Contreras Sosa
CargoProfesor del Seminario de Economía Internacional y miembro del Proyecto de Finanzas Internacionales de la División de Estudios de Posgrado. Facultad de Economía, UNAM
Páginas83-97

    El autor agradece los comentarios de Jaime Puyana Ferrei

Page 83

"Realicé mis primeros estudios de macroeconomía cuando la curva de Phillips comenzaba a desplazarse y la explicación común de este desplazamiento era el cambio de las expectativas inflacionistas. Recuerdo mi pesimismo acerca del futuro de la economía cuando parecía que los fenómenos psicológicos eran esenciales para la misma. Las expectativas racionales son una respuesta, aunque no un completo antídoto, a ese pesimismo

Sheffrin, Steven M.1

"Las políticas macroeconómicas deberían intentar, sin duda,estabilizar las expectativas respecto a la evolución de la economía, una labor difícilmente separable de la de estabilizarla evolución real. Esto no puede realizarse mediante la introducción de reglas de política que la aislen de las retroalimentaciones de información sobre la economía o de las observaciones y expectativas de otros choques. El que pueda realizarse mejor que en el pasado es una cuestión que continúa mereciendo la atención de los teóricos de la economía y de los económetras. Pero no debemos dejarnos apartar del tema por la nueva macroeconomía clásica, una construcción intelectualmente ingeniosa que no describe las sociedades en las que vivimos"

Tobin, James.2

Introducción

La tentativa de conciliar competencia y solidaridad en un esquema social único, vía la injerencia del Estado, puede valorarse desde muy diversos puntos de mira. Desde uno histórico, por ejemplo, tal y como ocurre con muchas otras cuestiones, "no reviste novedad básica, sino meramente circunstancial": la socialdemocracia europea, ya a principios del presente siglo, logró hacerse de una propuesta de gobierno para laPage 84 restauración capitalista teniendo ambos ingredientes en muy alta estima. Desde un punto de mira científico social, no obstante, resulta en extremo intrincada la búsqueda de convergencia entre principios vertebradores de proyectos civilizatorios antagónicos: en cuanto ética del capitalismo, la competencia choca frontalmente con la solidaridad, en cuanto ética del comunismo.

Pero cuando se considera el asunto desde un punto de vista político práctico, sobre todo al interior de la esfera decisional del poder, toda objeción de índole analítica suele debilitarse en aras de logros más inmediatos y prosaicos por parte de quienes saben su negocio. Entonces la funambúlica dupla competencia-solidaridad puede ser no sólo defendida sino, en el límite, convertida en bandera, al integrarse planes estabilizadores con programas nacionales ad hoc y al presentarse al Estado y al mercado (los dos verdaderos grandes males de la sociedad contemporánea) como el foco controversial de moda: más de éste o más de aquél. Este es el seudodilema.

Con birlibirloques tales consagrados como opinión dominante, la desmesura toma carta de naturalización. La entelequia tecnocrática puede desdeñar la proyectualidad política, dado su carácter no demostrativo (en sentido fuerte), y erigir a los métodos cuantitativos como su tótem para la correcta estabilización, mientras la entelequia pragmática puede operar, a manos libres, sobre la res publicacon su sedicente solidaridad hacia los pobres y hacia los sin trabajo. Y con los mejores pretextos cuando, con la apropiada sincronización de reformas institucionales, de un lado, y políticas de ingresos (al estilo del pacto mexicano), del otro, la estabilización heterodoxa promete control sobre procesos inflacionarios sin altos niveles de desempleo.

Después de más de una década de convulsiones sociales y de espectaculares registros estadísticos positivos para el régimen político-social, lafundamentación técnica y los axiomas de política conectados a toda esta visión del mundo parecen seguir ajenos, más allá de los denominados "públicos atentos". De modo que la sonora tragedia del trabajo y el éxito ambiguo de las matemáticas habrían de llevar al pensamiento crítico no a una reflexión puramente moralizadora, tantas veces presa de la falacia naturalista, sino a tratar de comprender, como explicara Manuel Sacristán, "en qué consiste lo científico en materia de filosofía social: en la claridad de la consciencia política". Quizá por ensayo y error.

La controversia

La escuela de las expectativas racionales, también conocida como "nueva macroeconomía clásica", ha suscitado un intenso debate teórico con correlato empírico entre los más reputados economistas del mundo industrializado. A raíz de un trabajo seminal de John Muth: "RationalPage 85 Expectations and the Theory of Price Movements", publicado el año de 1961 en la revista Econometrica núm. 29, páginas 315-335, un pequeño grupo de académicos asentado en Camegie-Mellon desarrolló todo un planteamiento que desafía las bases mismas del análisis estándar al poner en cuestión tanto los fundamentos microeconómicos del comportamiento agregado, como la capacidad predictiva de modelos que no operan "en un contexto probabilístico complejo, comerciando con un nutrido conjunto de valores contingentes [...] con una gran variedad de tecnologías, estructuras de información y perturbaciones estocásticas posibles".3

El impacto de esta controversia en la macroeconomía latinoamericana, aunque difuso e insuficientemente sistematizado, no se ha hecho esperar, sobre todo en relación con el expediente de los planes estabilizadores heterodoxos que algunos gobiernos del subcontinente han hecho suyo. Si bien resulta difícil sostener que la escuela de las expectativas racionales ha adquirido responsabilidad directa por estos o aquellos resultados en tal o cual país, no cabe duda que el proceso de jibarización del Estado —en lo tocante a su política pública— hoy en curso tiene que ver con la ofensiva doctrinal de dicha corriente y con la respetabilidad científica imputada a quienes, como ella, trabajan variables agregadas y abanicos de respuestas individuales mediante sofisticados aparatos matemáticos y probabilísticos.

Lejos de pretender seguirles por vericuetos tales, aquí tan sólo se intenta una exposición sumaria de los aspectos que han resultado más fuertemente polémicos. Partiendo de su crítica a la curva de Phillips, se atenderán los postulados básicos y las implicaciones políticas asociadas; como colofón se desarrollan algunas observaciones sobre la implausibilidad de tomar o rechazar en bloque lo que no constituye sino la sólita amalgama de una hipótesis que funciona como clave metodológica y una posición de fines que, al inocularse en los supuestos mismos, arroja determinadas prescripciones en materia de regulación estatal.

1. Las reconstrucciones de la curva de Phillips

No es precisamente, pequeña la lista de autores que, en la historia del pensamiento económico, han afirmado la existencia de una relación inversa entre la tasa de incremento de los precios y la tasa de desempleo en una sociedad dada. David Hume (1752), Henry Thornton (1802), Irving Fisher (1926), Jan Tinbergen (1936), Lawrence Klein y Arthur Goldberger (1955), A.J. Brown (1955) y Paul Sultan (1957), por lo menos, precedieron al famoso artículo del profesor neozelandés que en 1958 encontró una relación estable, en el largo plazo, entre la tasa de desempleo yPage 86 las variaciones del salario nominal en Inglaterra para el período que va de 1861 a 1913. La asociación entre esa relación y A.W. Phillips parece deberse al artículo publicado en mayo de 1960 por Paul Samuelson y Robert Solow en la American Economic Reviewr. "Analytical Aspects on Anti-inflation Policy", donde formalmente se le confirió dicho nombre, bajo ese influyente padrinazgo a dúo.

De cualquier modo, lo relevante para los fines de esta exposición es que "en el corazón de la macroeconomía moderna se encuentra una versión u otra de la famosa curva de Phillips que relaciona la inflación con el desempleo [...] De hecho, pocas cuestiones de política macroeconómica son discutidas sin al menos alguna referencia a un marco analítico que pudiera ser descrito en términos de alguna versión de la curva de Phillips".4 Puesto que los tres indicadores más importantes de la salud de una economía son el producto, la inflación y el desempleo, la curva de Phillips proporcionó también a los políticos profesionales una justificación elegante para la dicotomía a la que de continuo deben responder: crecimiento (pleno empleo) con inflación versus estabilidad de precios con deflación (desempleo). Más allá de los errores cometidos en la esfera decisional de la política económica, la incapacidad para conseguir crecimiento con precios estables estaba así justificada por elementos de naturaleza sistémica.

En realidad, la curva de Phillips original establecía una relación inversa no entre el desempleo y la inflación, según la interpretación más socorrida, sino entre el desempleo y el salario monetario, y hubo de efectuarse el cambio incorporando el supuesto de que los precios se relacionan con el alza de los costos laborales unitarios —y de los salarios, por lo tanto— De modo que el aumento de los precios (p), la demanda excedente en los mercados de bienes y de trabajo (x(U)) y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR