La ética y la muerte

AutorJavier Sicilia

Después de ser duramente criticada, la Guía Bioética se redujo a un borrador que en estos días estará probablemente circulando en su nueva versión. La crítica no se dirigía a la guía en sí, sino a que ésta, de manera acrítica y por motivos de edad, indicaba quiénes o no deberían ser sacrificados en el momento en que el sector salud se viera rebasado por contagios del covid-19.

La crítica, sin embargo, no debe reducirse a ello, sino a la existencia misma de una guía para normar actos éticos en circunstancias límites, bajo una óptica abstracta y administrativa.

La ética no es una cuestión de gestión, por más que quienes dicten sus lineamientos sean expertos en ella. Es, por el contrario, un acto de responsabilidad personal. En el caso de la medicina, de un cara a cara entre el médico que, basándose en su juramento hipo-crático, toma, junto con la autocepción del estado de salud de su paciente, una decisión.

En la tradición galénica, que hunde sus raíces en la medicina hipocrática y es la base de la medicina occidental, los médicos, recuerda Iván Illich, estaban formados no sólo para sanar, sino también para respetar el llamado del Le-teo y acompañar a sus pacientes en ese duro trance hasta la barca de Caronte. Se les enseñaba, por lo mismo, "a reconocer la facies hipocratica, la expresión del rostro que indicaba que el paciente entró en el atrium de la muerte". Al llegar allí, el médico dejaba de intervenir para acompañarlo en ese duro paso. Los pacientes también sabían cuándo llegaba su momento. Max Brod relata que cuando Kafka estaba al final de su vida y el médico, perdiendo de vista su responsabilidad, se encarnizaba en mantenerlo vivo, le gritó: "Máteme, de lo contario es usted un asesino".

Todavía durante parte de la segunda mitad del siglo XX esta relación ética entre médico y paciente se practicaba, aunque en menor medida. Pero con el rápido desarrollo de la tecnología, el vínculo comenzó a romperse. Las enfermedades desplazaron al médico y al paciente para, dice Jean Robert, "volverse entidades conceptuales autónomas capaces de afectar a todos los cuerpos de la misma forma". Los pacientes se convirtieron así en entidades patológicas hechas de mapas anatómicos, gráficas, pruebas clínicas y estadística, y los médicos en gestores de esas entidades que debían seguir protocolos establecidos, a partir de diagnósticos generales, supervisados por un comité de expertos que elaboran las políticas de la salud pública.

Con ello, las relaciones...

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