Del estanquillo...

AutorSamuel Máynez Champion

Así pues, la avenida homónima y la estación subterránea aludida llevan el nombre de Lucas Balderas, quien fue un militar destacado que perdió la vida en batalla. Anotemos lo sustancial antes de concentrarnos en sus vástagos: Balderas nació en San Miguel el Grande, Guanajuato, en 1797, en el seno de una familia sumamente humilde. Dejó su terruño en la pubertad, avecindándose en la otrora capital de la Nueva España con la idea de convertirse en sastre. Eso lo satisfizo a medias, y en plenas guerras independentistas se alistó en el batallón realista Fieles de Fernando VII, en el que ascendió de artillero a capitán. Consumada la Independencia ayudó a sofocar el Motín de la Acordada(1) y el saqueo de El Parián.

Pero lo más destacable de su carrera militar, y aquí sí en el bando "correcto" de la historia, fue su valiente participación en la defensa de la patria ante la invasión yanqui de 1847. Estuvo al frente del batallón de artillería de la Guardia Nacional que comandó el general Antonio de León,(2) y después de combatir en acciones menores, le tocó defender el último baluarte mexicano con verdaderas posibilidades de enfrentar exitosamente a los invasores estadunidenses: Molino del Rey. En esta batalla, perdidas las defensas en Churubusco, Pa-dierna, etcétera, se combatió con ferocidad, mas la falta de "parque" y la descoordinación militar condujeron a la derrota. Balderas recibió una herida de bala en el vientre que se lo llevó a la tumba en el mismo día (8 de septiembre de 1847). En la tradición oral de asienta que sus últimas palabras fueron: "Pobre patria mía".

Su entierro tuvo resonantes honras militares y su cadáver fue depositado en el extinto Panteón de Santa Paula. Seis años después, por decreto presidencial del inefable, ególatra, cretino y Alteza Serenísima Antonio López de Santa Anna, fue nombrado Coronel Permanente del Ejército mexicano.

También hemos de resaltar que Balderas se distinguió igualmente como un padre ejemplar que prohijó la educación artística de sus descendientes, cosa a menudo extraña en la casta militar. El renombrado jurista tapatío Mariano Otero(3) apuntó: "Balderas era un gran ciudadano porque comenzaba por ser un excelente padre de familia".

Su matrimonio había avenido en 1817 con la señorita María Concepción Arauz, quien le había dado tres hijos: Manuel, Antonio y Agustín. Del primero se perdió el rastro, pudiendo aducirse que falleció en la infancia. Los otros dos nacieron y murieron, respectivamente, en 1820...

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