¿Qué es ser feliz?

AutorFabrizio Mejía Madrid

Para Danny

Viendo estos días en los que nadie se detiene ante nada, en que la voracidad es bien vista o tolerada, me hago una pregunta que hemos dejado de hacernos, preocupados por la próxima quincena, el escándalo de la semana, los resultados del fútbol. Viendo estos días me pregunto si tenemos todavía algo qué hacer para impedir la avalancha del cinismo.

Siempre he pensado que la felicidad es una forma de la modestia. Frágil ante el dolor y el tedio, se esconde en pequeños momentos en los que sentimos que el mundo existe y que formamos parte de él. Ser feliz no es una teoría, sino una experiencia. Hasta aquí hablo de una felicidad puramente personal que podría existir como una sensación de bienestar, tranquilidad con cierta disposición al goce, o bien -como quería Bertrand Russell-, de abrirnos al exterior con expectación (las famosas mariposas en el estómago). Es, como escribió Albert Camus, una lucha esperanzada contra el miedo. Como el miedo, la felicidad tiene una dimensión política, colectiva. Estoy convencido de que existe una felicidad de izquierda y otra de derecha. El Partido Único y la derecha que le siguió en el poder enfatizan siempre el fatalismo, la resignación ante lo que ellos plantean como "necesidad", como "inevitable". Las crisis las inventaron para justificar las medidas que las resuelven. Ambos tonos de la derecha compartieron una idea del éxito individual que abarca por igual a los empresarios de los Panamá Papers y al crimen organizado: la felicidad está sólo en los bienes materiales, hoy, hoy, hoy, aunque me maten o me encarcelen mañana. La idea del éxito de derecha es tomar por la fuerza lo que se pueda, como se pueda. Es por eso que la derecha no está obligada a tener ninguna ética. No importa realmente si es un cártel legal o ilegal, ni si el objeto del deseo es un yate o una arma con cacha de diamantes o una candidatura. Para los que no estamos dispuestos a usar la fuerza, las derechas nos dejan fuera del mundo: "Resígnense", nos dicen todo el tiempo, "este mundo es de los que están dispuestos a ganar a toda costa". La idea de una felicidad conservadora es la que no se detiene ante la ética: hacer las cosas bien, no porque nos convenga, sino porque en el fondo sabemos que están bien. La alegría de vivir sería sólo conseguir lo que se quiere a toda costa. Las más de las veces es una acumulación absurda y ofensiva de dinero. La derecha nunca está dispuesta a aceptar que la alegría de vivir podría estar en no...

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