La desvergüenza

AutorJavier Sicilia

El cuerpo de México-que se expresa a través de las víctimas en su condición de "vida desnuda", es decir, de vida, semejante a la de un animal, reducida por el Estado a no tener protección ni justicia frente al crimen- se parece a muchas de las esculturas de Javier Marín: cuerpos mutilados que yacen tirados y ya no elevan hacia el cielo más que una mirada de asombrosa y dolorosa extrañeza: "emblemas -diría Giorgio Agamben al referirse a las figuras de las ánimas del purgatorio tiradas en las calles de Ñapóles- de una tortura más terrible que las llamas".

Esa esquizofrenia carece de vergüenza, esa experiencia del alma que es el preludio del arrepentimiento y de la enmienda. Los criminales no la conocen; nuestros políticos la perdieron. Lo más terrible es que la misma izquierda perredista -metida, como los otros partidos, en el lamentable espectáculo de arrebatarse, como delincuentes, los puestos políticos- la olvidó también. Ni siquiera recuerdan que Marx tenía una profunda confianza en la fuerza de la vergüenza. A la objeción de que "con la vergüenza no se hacen revoluciones", Agamben responde que "la vergüenza es ya una revolución" porque, dice Marx, es "una especie de rabia que se vuelve contra uno mismo".

A esa conciencia de Marx, que el perre-dismo desconoce -quizá ni siquiera ha leído a Marx- y que se refiere a la "vergüenza nacional", es decir, a la vergüenza que debe afectar a cada una de las naciones que están oprimidas y reducidas a la esclavitud, hay que agregar otra más profunda, la de Primo Levi, quien vivió y dio uno de los testimonios más profundos y terribles de Auschwitz: "la vergüenza de ser hombres"; la vergüenza, escribe Agamben, que sólo pudo aparecer "frente a los campos de exterminio nazi".

Nuestros políticos deberían sentir vergüenza de esa realidad semejante a la de esos campos que hemos dejado instalarse en nuestro país, la vergüenza de sentir que nos esté ocurriendo esto que jamás debió haber ocurrido y que nos ensucia de una manera inhumana e intolerable a todos.

Existimos, sin embargo, muchos que sí la tenemos. Y al igual que nos avergüenza este dolor que, por todos los medios que están en consonancia con la ética, tratamos de disminuir, nos avergüenza también la esquizofrenia que nos presentan los medios de comunicación donde, junto al dolor y la emergencia nacional, se exalta, sin recato alguno, la vulgaridad de las campañas electorales y de los rostros de los candidatos que con esa sonrisa ridicula, por su...

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