Los enselvados de la ópera

AutorSamuel Maynez Champion

Con respecto a los homenajes que se le rinden en México al atrabiliario y racista alemán, esta columna no quiso inmiscuirse, ya que no hubo un sólo argumento de ópera donde manifestara un interés que no fuera más allá de sus propias mitologías. No podía haber sido de otra forma, pues Wagner vivió con el complejo de sentirse un ser superior, y aquellos que no encuadraron con el bioti-po ario le merecieron desprecio. En cambio, el rústico y rupestre italiano, sin demérito de su genialidad, coqueteó con diversas temáticas, entre las que refulge, por su rareza, una aproximación al indígena de América.

De esta última, llamada Alzira, hablaremos en nuestra segunda parte. Mas volvamos al exordio para dar comienzo a la contextuali-zación que la materia nos requiere. Decíamos entonces que ambos personajes alcanzaron cimas en el arte melodramático y que no creímos necesario sumarnos a la conmemoración wagneriana porque la relevancia de sus aportaciones es incuestionable y porque en el país se han escuchado sus principales óperas con distintas puestas en escena que arrancan desde los primeros años del siglo XX.

Curiosamente, la producción wagneriana ha sido el proyecto más caro para la historia de la ópera en México con un dispendio -no puede llamarse de otra manera- de 34 millones de pesos (según las cifras oficialmente reconocidas) para el montaje de la Tetralogía que corrió por cuenta de Sergio Vela en la primera década de este nuevo siglo.(1) Es imposible justificar el exorbitante costo, además de lo obvio, por la sencilla razón de que en México se producen muy pocas voces wagne-rianas -eso implica la forzosa contratación de cantantes extranjeros- y que no hay muchos públicos entrenados para degustar ese tipo de repertorio. Diametral diferencia con la ópera italiana, que fue concebida para espectadores más terrenales.

En tanto objeto de estudio de la antropología, la comunicación y la psicología, la ópera posee un valor inestimable. Bien sabemos que su aposentamiento en los espacios teatrales del orbe ha sido objeto de sátiras y caricaturizaciones pero, sobre todo, de amores desenfrenados. O se le ama o se le repudia. Rousseau escribe:

No pueden tener idea de los gritos espantosos, de los largos mugidos con los que resuena el teatro durante las representaciones. Se ven actrices casi convulsionándose que se arrancan forzadamente esos gritos de los pulmones, con los puños cerrados contra el seno, la cabeza torcida, el rostro inflamado, las venas...

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