Enrique Krauze / El derecho natural de protestar

AutorEnrique Krauze

"Aveces las circunstancias son tan delicadas que uno no tiene más remedio que aplicar la ley". La frase, atribuida a un funcionario de la UNAM tras la incruenta operación de desalojo a los estudiantes que paralizaron esa casa de estudios en 1999, es reveladora del poco peso que nuestra cultura política otorga al acatamiento de las leyes.

Si las reglas contravienen la voluntad de un grupo que decide pasar sobre ellas, el problema -según el grupo- es de las reglas. Esa lógica prevalece en incontables manifestaciones de nuestra vida pública. Cualquiera puede atestiguarlo, por ejemplo, en el tráfico de la ciudad: la gente en México conduce su auto o motocicleta como si fuesen una prolongación de su cuerpo, moviéndolos con naturalidad en todas las direcciones y a una velocidad discrecional. El único límite (a veces) es el instinto de supervivencia pero casi nunca la convicción cívica de que existen leyes escritas que no se deben infringir. Si la ciudad es una selva y en la selva no hay semáforos, ¿por qué habría yo de obedecerlos?

Otro ejemplo más delicado es el abuso de los grupos o asociaciones sindicales o políticas de su derecho constitucional a la libre manifestación. Aunque el frecuente conflicto entre el derecho de manifestación y el de tránsito es un tema complejo del que los legisladores o los ministros de la Corte deberán ocuparse alguna vez, es claro que tanto el taponamiento completo de las vías y el bloqueo de aeropuertos como la agresión a ciudadanos y comercios son actitudes violatorias de la legalidad, pero los manifestantes

(como hemos visto) no se detienen en esas consideraciones menores. Ellos están en su derecho "natural" de protestar sin límites, un derecho superior a cualquier regla escrita. Más aún: si la autoridad pretende hacer valer la ley por medios pacíficos, es inmediatamente tachada de represora.

La noción de preeminencia de la "ley natural" sobre la ley escrita se aloja en un sustrato muy antiguo y profundo de nuestra cultura política. Proviene de la matriz neoescolástica que caracterizó a Nueva España, lo cual no explica todo pero explica mucho. En México -como en la España del "Siglo de Oro"- todo pueblo es "el Pueblo", toda parte es el todo, y por eso se siente con el derecho natural no sólo de manifestar su parecer o su agravio sin límite alguno, sino de tomar las medidas de hecho que crea pertinentes para hacerlo valer por sobre las...

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