Don Julio Scherer García y la violencia cultural

AutorJorge Sánchez Cordero

Don Julio tuvo que transitar por entornos carentes de virtudes cívicas, desprovistos de pulcritud y de valores de honor. Los vínculos del binomio amistad/enemistad, que son trascendentes para la integración social y el mantenimiento del orden público, se encontraban inmersos en la ambigüedad dentro de esos entornos.

Don Julio estaba convencido de la pacificación en todos los órdenes, nacional e internacional, de la paz como el vehículo idóneo para la consecución de un acuerdo social ordenado. En su ideario, la conjunción justicia y paz es el fundamento de toda civilidad social.

Las narrativas acerca del bien común, de la concordia y de la paz quedaron, empero, totalmente desvirtuadas por una cultura beligerante en el lenguaje y en el espacio político, entre otros escenarios, que se ve asociada a prácticas cotidianas de venganza. Así, el fomento de la paz alterna con la cultura del conflicto, con el lenguaje y la praxis de la revancha. El común denominador de estos últimos ha sido el ensañamiento.

La vendetta

La faida medieval germana (Fehderecht) legitimaba la venganza para saldar ofensas y prolongar un conflicto en el tiempo. La faida estaba enraizada en toda Europa; así, en las comunas italianas, consideradas como la simiente del republicanismo occidental y plétoras de virtuosismo, era recurrente la venganza a través de las militias urbanas, que permearon en todo el cuerpo social.

Una vasta bibliografía da cuenta de la legitimación de la venganza como un derecho tutelado en el que los poderes públicos no estaban ausentes. En el cuerpo social prevalecían las invectivas y los ultrajes contra quienes, a pesar de las ofensas, prescindían del ejercicio de la venganza. Esta abstención se consideraba una actitud eminentemente deshonrosa. La vendetta era por lo tanto una práctica ordinaria en las relaciones sociales, especialmente las urbanas, dotada de una vigorosa legitimación social, política y jurídica.

Por consiguiente, la percepción de la violencia social ha mutado en forma significativa en extremos tan diversos como el que considera legítimo el fenómeno y como el que lo atribuye a conductas patológicas. En el contexto político la violencia se justificaba, y se sigue justificando, como un recurso inevitable, ya sea en la perspectiva de la clase gobernante o de las clases oprimidas para liberarse de los déspotas. La violencia se refrendaba en el ámbito político mediante confrontaciones armadas y revoluciones.

La violencia cultural, cuya...

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