Dilma, todo en contra

AutorAndrés Carvas

RÍO DE JANEIRO, BRASIL.- Dilma Rousseff, quien el 1 de enero tomará posesión como presidenta de Brasil para un segundo periodo, enfrenta las mayores dificultades de su carrera política.

Hace cuatro años la mandataria elegida como sucesora por Lula da Silva y postulada por el Partido de los Trabajadores (PT), llegó al poder con unos números económicos que reflejaban el cenit de la década dorada vivida por Brasil desde 2003: el PIB crecía a ritmos de 7.5% (2010) en plena crisis mundial, la renta por cá-pita aumentaba anualmente con fuerza y la inflación se situaba en torno a 6%, un índice elevado pero bajo control y alejado de las infames cifras de tres dígitos cosechadas en los periodos de hiperinflación. En materia de política exterior Lula tejió alianzas con las naciones de corte socialista de América Latina, con Venezuela y Cuba como punta de lanza, y consolidó los lazos históricos con África, abriendo decenas de embajadas en ese continente. La diplomacia del gigante sudamericano se expandía y Brasil se atrevía incluso a jugar a la superpotencia, acercándose al régimen iraní para -supuestamente- tratar de mediar y encontrar una solución al conflicto nuclear entre la república islámica, Estados Unidos y la Unión Europea.

En definitiva, Dilma heredaba un país encarrilado que, tras el hallazgo en 2007 de inmensas reservas de hidrocarburos en el litoral atlántico, parecía encaminarse a otra década prodigiosa en lo económico y social mientras apuntalaba su condición de líder en América del Sur. Una situación bien diferente a la que afronta el país cuatro años después.

Reelegida con la promesa de seguir extendiendo los programas sociales que han sacado de la pobreza a más de 30 millones de personas desde inicios de siglo, el principal y mayor reto acaso sea hacer que levante el vuelo una economía con signos ya de agotamiento.

Desde su llegada al poder, los indicadores económicos no han dejado de empeorar; en su primer mandato el PIB apenas creció 1.6% anual en promedio, según datos del Banco Mundial y del Banco Central de Brasil. El PIB cerrará este año con un crecimiento plano, tras superar tímidamente un semestre de recesión técnica, y las perspectivas para 2015 no son halagüeñas: el gobierno prevé crecer apenas 0.8%, la inflación puede volver a superar la meta oficial fijada este año en 6.5% pese a la caída drástica de los precios del petróleo y se prevén recortes sociales y un aumento de los impuestos para equilibrar las cuentas públicas.

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