La difícil herencia de 2014

AutorOlga Pellicer

En realidad, el derrumbe de las ilusiones no fue inesperado. Las circunstancias políticas y económicas que han obligado a hacer un alto y ver con más realismo los problemas que aquejan al país estaban allí, cuidadosamente disimuladas por la embriaguez que produjo el Pacto por México y la consiguiente posibilidad de aprobar reformas constitucionales en 2013.

Sin embargo, pronto se advirtió que una cosa es aprobar leyes y reglamentos; otra muy distinta es im-plementarlos en un ambiente pleno de dificultades, al menos en ciertas regiones del país. La presencia de grupos violentos que hacen ingobernables ciertas partes de Guerrero, Oaxaca o Tamaulipas era conocida. También era conocida la presencia de grupos de autodefensa que han decidido tomar la aplicación de la ley en sus manos ante la situación insoportable creada por el crimen organizado en Michoacán; a nadie sorprende el caos que reina allí.

Al mismo tiempo, instituciones internacionales, gubernamentales y no gubernamentales venían señalando desde hacía varios años el contubernio existente entre mandos estatales, alcaldes y policías con el crimen organizado. Habían documentado, también, las desapariciones forzadas, cuyo caso más dramático habían sido los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas. Las fosas clandestinas que se reportan recientemente no son una novedad.

A lo anterior cabe añadir los datos proporcionados por el INEGI respecto del funcionamiento del Sistema de Justicia en México y los escalofriantes estudios del CIDE que confirman la desigualdad en la aplicación de la ley y los grados de impunidad que prevalecen.

A la mayor toma de conciencia sobre tales problemas, propiciada por el auge mediático que adquirió Ayotznipa, se sumó el desprestigio del jefe del Ejecutivo y parte de su gabinete, derivado de las investigaciones periodísticas relativas a los tratos sospechosos con inversionistas privilegiados por el gobierno, los cuales sugieren conflicto de intereses y presunta corrupción a gran escala en la élite política.

Si a todo ello agregamos la pérdida de credibilidad de los partidos políticos -en particular del PRD, por pertenecer a ese partido el presidente municipal coludido con el crimen organizado que resultó en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa-, el problema de la carencia de canales de expresión partidaria del descontento se coloca como un factor grave que profundiza aún más la crisis política con que termina 2014.

Desde el punto de vista de la...

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