Si te dicen que Marsé...

AutorJorge F. Hernández

Si me dijeran cuál es el mejor mapa de Barcelona diría que un tal Juan Marsé trazó no sólo la planimetría de sus ramblas y las flores secas, sino las caras desdentadas de su memoria inmediata, las correrías de delincuentes y espías tanto como los honrosos y heroicos días de los trabajadores que lloraron -como él y su padre-viendo desde el balcón de sus pisitos la entrada de un militar bajito que se hizo llamar Caudillo.

No me creerías si te dijera que muchos descendientes de los fascistas que recibieron al enano con el brazo extendido se reconvirtieron en seudolibertarios de un confundido independentismo que llegó a censurar y denostar la inmensa literatura que cuajó a lo largo de su vida ese tal Marsé, y entonces, si te dicen que Marsé es de los más grandes escritores de España no dudes en leer o releer su obra como tal.

Desde que publicó Encerrados con un solo jugueteen 1960, Marsé plasmó todas las luminosas sombra del gris de posguerra con un talento incuestionable de narrador minucioso. Quizá porque de niño-adolescente trabajó de ayuda con un joyero y los retratos palpables de sus personajes, nudos y desenlaces de sus variados novelones Últimas tardes con Teresa (1966), La oscura historia de la prima Montse (1970) y La muchacha de las bragas de oro (1978 y Premio Planeta), donde desfilan esos franquistas de pacotilla que se quisieron convertir en liberales y libertarios con los vientos de la Transición, pues que te digan que efectivamente son esas y otras muchas obras donde Marsé le fue hallando el verdadero color al gris: el de la saudade que mezcla melancolía con esperanza, amores contrariados con realidades imposibles, ilusiones vencidas con sobrevivencia de espíritu libre.

Sobre todo, me concentro en evocar ahora Si te dicen que caí, editada en 1973 por editorial Novaro y novela ganadora del Premio México de Novela. Es un pañuelo blanco en el andén por donde se le fue su infancia, y testimonio ya incandescente del ya desaparecido barrio de El Guirnardó, allí donde de niño Marsé pasaba las horas con sus amiguits narrándose cuentos en una escalera, allí mismo el violento o enrevesado despertar de las pasiones sexuales y la rara cotidianidad de...

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