El día que nos rompieron el corazón

AutorJavier Valdez Cárdenas

El día que lo mataron, Javier Valdez salió de las oficinas de Ríodoce a las 11:56 horas para nunca más volver. Óscar, el administrador de la página web, recuerda la hora porque iba a recoger a su hijo a la escuela, pero justo antes de salir recibió un Whatsapp de su mujer diciéndole que no fuera, porque ella "ya lo había recogido". Se detuvo en seco en la entrada, y fue cuando se topó con Javier, quien ya iba de salida.

"Que Dios me bendiga", dijo Javier antes de partir. Era su acostumbrada forma de despedirse. Todavía Óscar le reviró: "Y que además te agarre confesado". Javier sonrió levemente, abrió la puerta de salida y se marchó.

Óscar, junto a la recepcionista, el reportero Aarón Ibarra y la contadora, miraron la figura pesada de Javier perderse tras la puerta mientras ellos continuaron bromeando con unas fotos que minutos antes se habían tomado con el sombrero de Javier.

No habían pasado cinco minutos cuando una vecina del edificio entró, desesperada, diciendo que habían balaceado a uno de los compañeros.

Óscar, Aarón, Nallely y Maricruz parecieron confundidos y por inercia se miraron unos a otros. La mujer insistió: "¡Al del carrito rojo... al señor del sombrero... lo acaban de matar allá afuera!", gritó.

Los caminos solos

A las 12:05 Ismael Bojórquez, director de Ríodoce, manejaba de sur a norte por la calle Vicente Riva Palacio rumbo a las oficinas del periódico. Antes de cruzar la calle Epita-cio Osuna miró el cuerpo de un hombre que estaba tirado en medio de la calle mientras dos curiosos observaban el cuerpo.

Confundido, Bojórquez aminoró la velocidad, hasta que a unos 20 metros antes de llegar a donde estaba el cuerpo, se detuvo a preguntar si lo habían atropellado.

"¡Lo acaban de matar!", le espetó uno de los desconocidos.

Ismael Bojórquez, con más de 30 años en el ejercicio periodístico, manejó un poco más hacia donde yacía el cuerpo y entonces prestó atención al sombrero que la víctima aún tenía puesto. Tuvo entonces una sensación parecida a la muerte cuando, todavía sin ver el rostro del fallecido, pareció reconocer el cuerpo de Javier, con quien 14 años atrás había fundado Ríodoce.

Casi sin aliento, pero con un sentido de urgencia y temor, bajó del auto sólo para confirmar que la víctima, efectivamente, era Javier. Entonces y durante los próximos cinco minutos todo pareció desaparecer a su alrededor mientras se llenaba de incredulidad, de confusión, de agonía, mientras algo en su corazón le empezó a doler más que el mismo dolor.

Cuando Óscar, Aarón y Nallely Mejía escucharon que habían balaceado al del carro rojo, "al señor del sombrero", todos pensaron en Javier.

A tumbos bajaron por las escaleras del edificio, y ya en la calle Teófilo Noris, casi esquina con Francisco Villa, buscaron con desesperación un indicio...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR