Un día de furia en el paraíso de la coca

AutorRafael Croda

BOGOTÁ.- El jueves 5 todo salió mal en el remoto caserío El Tandil, del municipio de Tumaco, el lugar del mundo donde más cocaína se produce.

Ese día, muy temprano, unos mil 500 campesinos formaron una barrera para impedir que los policías y soldados, enviados cuatro días antes, cumplieran su tarea: erradicar por la fuerza los plantíos de hoja de coca.

La llegada de los uniformados, quienes se instalaron en un campamento a orillas del río La Hondita, generó gran malestar entre las comunidades indígenas, negras y mestizas que habitan la zona, pues la siembra de hoja de coca es su única fuente de ingresos.

Para esos campesinos, la mejor opción es acogerse al programa de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, que desarrolla el gobierno colombiano como parte de los acuerdos de paz con la exguerrilla de las FARC y el cual prevé un financia-miento de 12 mil dólares por familia en un plazo de dos años.

Pero muchas familias cocaleras no han sido admitidas en el programa por irregularidades en la tenencia de la tierra o porque, según el gobierno, tienen cultivos "industriales" de hoja de coca, como se denomina a los que ocupan extensiones de más de 3.8 hectáreas.

Y como el gobierno colombiano tiene encima la presión de Washington para reducir los cultivos ilícitos, de manera paralela a la sustitución voluntaria -que no produce resultados inmediatos- aplica un programa de erradicación forzosa que, por su naturaleza represiva, causa un gran malestar en las comunidades y en los grupos criminales que se benefician del negocio de la cocaína. Entre estos figuran los cárteles mexicanos de la droga.

El gobierno asegura que sólo está erradicando por la fuerza los cultivos "industriales", detrás de los cuales hay bandas de narcotraficantes. Pero abundan los testimonios de campesinos con pequeños cultivos que indican que, incluso después de haberse acogido al plan de sustitución voluntaria, llegan tropas de la policía y el Ejército a destruir sus plantíos.

A El Tandil habían llegado el domingo 1 unos 200 efectivos, entre policías antinarcóticos, policías antimotines y soldados. El martes 3, unos 65 guardias indígenas de la etnia awá se presentaron en el campamento de los uniformados para explicarles que no podían estar allí, porque esas son tierras de un resguardo indígena en el que no se admite fuerza pública.

"La respuesta fue una agresión a los guardias indígenas con gases lacrimógenos, bombas de aturdimiento y balas de fusil. Dos compañeros resultaron heridos", dice a Proceso el dirigente de la Organización Nacional Indígena de Colombia, Óscar Montero.

La mañana del miércoles 4, una pequeña comisión de indígenas awá volvió al campamento de la fuerza pública y un oficial, que no se identificó, les reiteró que no se irían del sitio y que iban a cumplir la orden de erradicar manualmente en la zona...

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