Desoídos, ¡seguimos hasta la madre!

AutorJosé Gil Olmos

CUERNAVACA, MOR.- La Plaza de Armas luce semivacía, sólo frente al Palacio de Gobierno hay unos cientos de personas oyendo historias sobre más muertos y desaparecidos en el país. Decenas de cruces de madera regadas por el suelo junto a flores, poemas, denuncias y muchas fotos forman el altar que desde hace un año se instaló para recordar a las miles de víctimas de la guerra contra el narcotráfico que día con día se van amontonando.

A la memoria vienen las decenas de miles de participantes de la marcha del 8 de mayo, desde Cuernavaca hasta la Ciudad de México; los que acudieron a los mítines de las caravanas del norte y sur con un recorrido de 11 mil kilómetros por más de 20 ciudades; los dos diálogos de Cha-pultepec en que obligaron a Felipe Calderón a escuchar a las víctimas de su guerra, y el encuentro con el Poder Legislativo en el histórico castillo.

Un año después, Javier Sicilia reconoce que esto ha sido insuficiente para conmover a la sociedad, movilizarla y construir una solución a la tragedia que constituyen los 60 mil muertos y miles de desaparecidos del sexenio.

En el primer aniversario de la muerte de su hijo Juan Francisco, el poeta dice abatido: "Por desgracia así es, la sociedad está creyendo que las elecciones van a resolver el problema. La ciudadanía está pensando en aceptar lo intolerable y eso es aceptar la muerte, es aceptar la no existencia del Estado, la pérdida del país. Sólo una ciudadanía movilizada puede sentar a un gobierno a dialogar, puede hacer los cambios, pero cuando baja su puerta, aunque haya un discurso moral y una verdad, los funcionarios se hacen pendejos y vuelven a sus complicidades, a su negligencia y vuelven a su idiotez. Parece que la sociedad olvida".

Es el primer año también del surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, por lo que se organizaron varias actividades el miércoles pasado en Cuernavaca. Pero a la plaza de armas no llegó toda la gente que se esperaba ni asistieron figuras como Emilio Ál-varez Icaza, el obispo Raúl Vera y los padres Miguel Concha, Alejandro Solalinde y Gonzalo Ituarte, que han acompañado a los familiares de las víctimas en estos meses aciagos. La sorpresa fue que sí vino Julián LeBarón, a quien le mataron a su hermano y su cuñado en Chihuahua y quien recientemente abandonó el movimiento argumentando que se le ha dado un uso político.

"Tienen miedo, ya en la noche nadie sale, las calles están solas. Yo invito a Alejandro Poiré a que venga solo, sin escoltas, y camine por las calles en la noche y verá lo que está ocurriendo aquí", dice el poeta, aludiendo al secretario de Gobernación que en los últimos días se ha dedicado a difundir los "logros" del gobierno calderonista en el combate al narcotráfico.

Y fuera por ese miedo o por simple apatía, poca resonancia tuvo la convocatoria para rememorar la muerte de Juan Francisco Sicilia, María del Socorro Estrada Hernández, Jaime Gabriel Alejo Cadena, Álvaro Jaimes Aguilar (exmilitar, con el grado de...

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