Un deseo feminista para 2022

AutorMarta Lamas

El pluralismo acarrea conflictos para los cuales no hay una solución a la que se pueda acceder desde el plano de lo exclusivamente racional, y eso ocurre también con los conflictos derivados de la pluralidad de visiones dentro del feminismo. Son varios los autores que plantean que resulta imposible comprender la política democrática sin reconocer a las "pasiones" como su fuerza motriz. Sí, las emociones circulan y las emociones negativas también lo hacen y entorpecen la posibilidad de construir alianzas.

Una voluntad amplia para impulsar una coalición o frente requiere no sólo definir esa demanda, sino desarrollar capacidades políticas como dialogar, deliberar y pactar. Esto implica erradicar actitudes como la "razón arrogante", que el filósofo uruguayo Carlos Pereda definió como un mecanismo para separarse y separar, para defender jerarquías que se consideran indiscutibles. La "razón arrogante" es una forma de sectarismo, y las sectas tienen lo que Pereda denomina sus "blindajes teóricos". Sin embargo, lo alentador es que esta actitud se puede modificar con autocrítica e interlocución, algo que cada una de nosotras puede hacer desde hoy y sin mayores requerimientos que la voluntad de despojarnos de la "razón arrogante" que ha nutrido durante ya demasiados años muchos de los encontronazos y desaires entre feministas.

Abandonar la "razón arrogante" facilitaría un proceso de construcción de una especie de frente amplio para impulsar la demanda que surja luego de sostener una deliberación cuidadosa entre las distintas posiciones. Aquí quisiera traer a cuento un señalamiento que hace la politóloga estadunidense Wendy Brown, quien nos dice a las feministas que debemos de ser precavidas pues nuestro proyecto político, por muy bienintencionado que sea, puede volver a trazar, sin darnos cuenta, las mismas configuraciones y efectos de poder que pretendemos derrotar. Entre las precauciones que ella señala está la de comprender que no es posible una comunicación no distorsionada y no contaminada por el poder; es más, ella ni siquiera cree en la posibilidad de un "lenguaje común". Por ello nos insta a reconocer como una condición política permanente "una parcialidad en la comprensión y en la expresión, que produce unos abismos cuya naturaleza puede ser identificada con atención, pero que rara vez es solucionable".

Tal vez tomando esos señalamientos, tal vez aprendiendo a deliberar políticamente las diversas posturas feministas lograremos comunicarnos...

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